“VIDA PRIVADA” (2017)
https://www.ccma.cat/tv3/alacarta/vidaprivada/vida-privada-capitol-1/video/5763048/
Adjunto arriba el link del primer capítulo de una serie de TV3, dirigida por Silvia Munt (recordada por muchos como “la Colometa” de la “Plaça del Diamant”, otra serie de TVE
basada en la novela homónima de Mercè Rodoreda).
La serie que aquí nos ocupa, está basada en una novela escándalo de Josep Maria de Sagarra, también llamada “Vida privada” (1932). No la he leído. Hace años vi una adaptación teatral de la misma que me pareció fallida, por no decir decepcionante (1), donde se sucedían una serie de números musicales, que en la época los llamábamos “de revista”, alternando con los diálogos de los protagonistas. De forma que más que un relato con una unidad dramática, dicha adaptación teatral parecía una sucesión de cuadros o escenas independientes que reflejaban la tolerancia y la bohemia en aquella época (esto es, antes de la censura del franquismo).
He buscado comentarios de la novela en internet y se hace referencia dos épocas: 1927 (la primera parte) y 1932 (la segunda parte) y a una letra de cambio que es el detonante de un chantaje.
En mi opinión, esta serie de Silvia Munt funciona como un todo y es un relato de “supervivencia”, centrado en las vicisitudes de los dos hijos de una familia aristocrática venida a menos, los Lloberola. El autor de la novela, inteligentemente, no hace que los dos hijos “supervivientes” pertenezcan a una familia industrial, sino a una clase anterior, la terrateniente. No estamos, por ejemplo, en el caso de “La febre d’or” o de la saga de los Rius, que constituyen retratos de familias que, con la revolución industrial, sobre todo del textil, se enriquecieron, a finales del S. XIX o a principios del S. XX y que tomaron el relevo, como clase dirigente, de la aristocracia terrateniente de toda la vida. A su vez, en aras de ganar respetabilidad y no ser tildados de “nuevos ricos”, algunos miembros de esta nueva burguesía industrial llegarían a comprar títulos nobiliarios (la llamada “nobleza Alfonsina”).
Pues bien, en la serie que nos ocupa, vemos la decadencia de los Lloberola, una familia aristocrática terrateniente que viene de la Edad Media, pero que, digámoslo crudamente, no se ha sabido adaptar a la “revolución industrial” y ya no tiene para vivir, teniendo que vender el patriarca, Tomás, el Marques (Pep Cruz), todo lo que quede de valor en la familia (obras de arte, joyas…) para sobrevivir. En este sentido, en la serie, hay una venta de un tapiz medieval por el patriarca, que marca el principio del fin para los Lloberola… Naturalmente, el comprador de este tapiz forma parte de esta nueva burguesía industrial…
A su vez, los hijos, Frederic, el hereu (Francesc Garrido), y Guillem (Pablo Derqui) ya no podrán ser “rentistas”, como se supone que ha vivido su familia por generaciones. Por lo que cada uno, a su manera, intenta “buscarse la vida”: Frederic, casado en un matrimonio que no soporta y donde además, es mantenido por la suegra, jugando a las cartas. Por su parte, Guillem, soltero, vividor, en el chantaje sexual. En este sentido, sin que la serie se sirva de imágenes gratuitas de desnudos, queda meridianamente claro al espectador, que el tal Guillem “no se corta ni un pelo”, que dirían los castizos, a la hora de utilizar su atractivo personal.
El “hereu”, Frederic, es un desastre: no para de acumular deudas de juego y, con respecto a su vida privada, resulta patético, por decir algo, su intento de volver con una antigua novia. Esta, a su vez, vive al límite de la legalidad (no revelaremos lo que hace). Pero bueno, en el caso de Frederic, parece el hermano “tonto”, en contraposición a Guillem, que más que el “listo”, nos parece el “pillo” o, por lo menos, el que siempre tiene recursos.
Será una deuda en forma de una letra aceptada por Frederic, por deudas en el juego, lo que va a desencadenar la primera parte del argumento: desesperado porque nadie quiere prestarle dinero, le confiesa su “problema” a su hermano Guillem (aquí hablamos solo de la serie; ignoramos lo que sucede en la novela) y este resulta que conoce un secreto “inconfesable” del tenedor de la letra (esto es, del acreedor de su hermano). Dicho tenedor o acreedor de Frederic, es un industrial (esto es, un “nuevo rico”). Aquí hemos de decir que la trama se no antoja un tanto novelesca: nos cuesta creer que a un industrial que había hecho toda su fortuna desde el comienzo (es decir, que no la había heredado) y que habría lidiado con sindicatos, pistoleros, anarquistas… , un chantaje de tipo sexual por un “buscavidas” como el tal Guillem, lo iba a arredrar. Pero, bueno, nos sirve como punto de partida en el relato.
El segundo giro argumental viene como consecuencia del suicidio del industrial chantajeado por Guillem. De nuevo, se nos antoja un tanto “novelesco” este recurso pero, a efectos de la narración, da pie a todo lo que va a seguir: Guillem se fija en la viuda del industrial que se ha suicidado, una estupenda Aida Folch. No queda claro si la quiere por su fortuna o por que se siente atraído por ella. Pero ella, tras el suicidio de su marido, ha entrado en una crisis religiosa: además, no hace un papel de mojigata (nadie se lo creería), sino de mujer de mundo que quiere olvidar su pasado. Huelga decir que Guillem lo intentará todo, pero “todo”, para conseguir que ella caiga en sus redes…
Por su parte, su hermano, Frederic, sigue su carrera a ninguna parte…
Hay una escena insuperable, la de la lectura del testamento de Tomás, el patriarca, cuyo visionado lo recomendaríamos en las escuelas... Aquí se da cuenta el “hereu”, Frederic, que las tierras que ha heredado, no valen nada. De nuevo, vista la regulación de la legítima en Cataluña, uno tiene dudas si este testamento hubiera sido válido pues hay un legado de todo el metálico para la Iglesia. Pero, insistimos, como escena es insuperable, como igualmente nos parecen insuperable las previsiones testamentarias para la viuda (la madre de Frederic y Guillem)…
Tras la lectura de dicho testamento, Frederic, en quizás el único acto de pundonor de toda su vida, deja a su esposa y se va a vivir al campo, donde sus familia tiene sus tierras. En la serie, dichas tierras están filmadas en la Segarra (no recuerdo si se nombra esta comarca en la serie e ignoro si se menciona en la novela.) Esta es una zona que conozco porque he pasado allí muchos veranos (la llamaba mi “Toscana catalana”). Pero, a efectos prácticos, es una tierra de secano. Por lo que, el hecho de “situar” en la serie las tierras de los Lloberola en esta zona, “cuadra” con la idea que son tierras poco productivas. Además, Frederic se traslada al castillo de su familia, una propiedad abandonada que en la serie también se ha filmado en La Segarra. Claramente, en la serie, se muestra que la época de los Lloberola ha pasado…
El final de los dos hermanos será diferente: no revelaremos el de Frederic. Pero el de Guillem dará un giro inesperado al final (no debemos olvidar, como hemos dicho, que es un hombre de recursos…) La escena final, contemplando el tapiz que se tuvo que vender su padre, puede equivaler a una victoria ¡Pero a qué precio!
Uno de los méritos de esta serie es la ambientación o, mejor dicho, la recreación de la época. Nos hemos acostumbrado, sobre todo en TV, a series de “cartón piedra”, donde vemos a los actores vestidos con trajes de “época” pero sin que nos lleguen a convencer que están actuando en aquella época. Con ello, me refiero a actores que a pesar de llevar levita y sombrero de copa, dan la impresión de “moteros” o “rebeldes sin causa” que no se corresponden a la época que están representando. Igualmente ocurre en personajes femeninos: chicas casaderas que se muestran demasiado “rebeldes” o amas de casa que se vuelven “feministas” en exceso, cuando no se daban estos tipos de mujeres en la época que están representando.
Bien, aquí, en esta serie de “Vida Privada”, uno tiene la sensación de estar ante un documental de la época; todo, los vestidos, los modales, las reacciones, los diálogos… parecen “auténticos”, vamos, como filmado a pie de calle. Para los socios del “Círculo del Liceo”, comentarles que hay escenas filmadas en la “casa”, con los actores impecablemente vestidos como socios a finales de los años veinte del siglo pasado y leyendo diarios de época…
Hay un plantel de secundarios de lujo, entre los que destacaría a Vicky Peña: tiene una entrada cantando una habanera de “Carmen” de las que hacen época. Además, su personaje resulta curioso porque vive con su hijo, soltero, al que acompaña en sus salidas: hay una escena en un cabaret donde el hijo sale a escena y “liga” con una corista… Vamos, que al hijo no le “corta“ salir con su madre.
Otra escena muy lograda es una recepción que organiza la madre, Vicky Peña, en su casa, en un acto homenaje al General Primo de Rivera, a la sazón el dictador de España. Todo está cuidado hasta el mínimo detalle: el uniforme del General, con su fajín, los saludos, los camareros, las copas de los cocktails…
Mención aparte merece la hija de Frederic, Maria Lluïsa (Diana Gómez), una chica que intenta “salir “ del marco familiar, comienza a trabajar y, como un acto de libertad sexual, quiere tener relaciones antes del matrimonio. Su carrera en pos de su libertad individual acaba truncada (eran otros tiempos) y produce bastante amargura el futuro a que se enfrenta. A uno le hubiera gustado, a modo de epílogo, saber si, acabada la guerra, terminó casada en un matrimonio de “conveniencia” o si se arriesgó a “vivir su vida”, lo que habría significado el exilio. De todas formas, lo que planteamos era algo imposible de saber en 1932, la época en que se escribió la novela.
Por último, viendo esta serie a uno no puede dejar de pensar en el ensimismamiento de los personajes de Guillem, la viuda millonaria (Aida Folch) así como otros que reflejan la alta burguesía de aquella época: su falta de atención a las vicisitudes que atravesaba el país en aquella época es total. Son personajes que únicamente se “mueven” por sus deseos, ambiciones y caprichos. Sin embargo, la época que cubre la serie, al igual que la novela (final de la Dictadura de Primo de Rivera y advenimiento de la II República), fue el momento en que se “torció” la historia de España. Aquí permítasenos un poco de “hipótesis histórica”: si la Dictadura no se hubiera acabado en 1930 y hubiera “aguantado” en los años treinta o, incluso, hasta el final de la II GM, es posible que el nivel de vida en España hubiera subido hasta desembocar en un retorno a los partidos políticos y a la vida parlamentaria. En este caso, el crecimiento del nivel de vida que España experimentó en los años sesenta y que en los años setenta se tradujo en una petición de más democracia que se alcanzó con la Constitución de 1978, podría haber tenido lugar a finales de los años cuarenta o principios de los cincuenta. De allí, insistimos, la importancia de la caída de Primo de Rivera y la llegada de la II República. Sin embargo, insistimos, los personajes de Guillem y la viuda millonaria (Aida Folch) se “mueven” como si la realidad histórica que atravesaba el país entonces, no les afectara en lo más mínimo. Al igual que decíamos en el caso de la hija de Frederic, Maria Lluïsa, nos hubiera gustado saber, a modo de epílogo, si, acabada la Guerra Civil, siguieron con su estilo de vida “liberal” (lo que creemos que habría significado el exilio) o si se hicieron de comunión diaria…
En cuanto a donde se puede ver esta serie, recomiendo verla en su versión original, en catalán, en TV3. Sorprendentemente, TV3 únicamente la ofrece con subtítulos en catalán, cuando uno cree que se debería haber subtitulado en castellano e inglés, para lograr el máximo de su difusión. En “Filmin” también se encuentra pero en versión castellana y con subtítulos en castellano. En fin, que si uno no entiende el catalán, parece que estará obligada a verla en castellano.
En Barcelona, a diecisiete de junio de 2021.
(1) https://elpais.com/diario/2010/11/27/babelia/1290820360_850215.html
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