SAMBA

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SAMBA: se trata de una comedia de denuncia o realismo social, con algunas escenas de humor muy logradas.

A priori parece una película pensada –un vehículo, en terminología de Hollywood- para el lucimiento del actor de color de “Intocable”, pero es sobre todo Charlotte Gainsburg (si, la hija del Serge y Jane Birkin, que revolucionaron los “lentos” en los setenta con la canción “Je t’aime non plus”) quien, para mi, se lleva la función. Hace un papel muy moderno o actual: una chica que ha sufrido un agotamiento –“Burnout”- por trabajar en una multinacional (insisto que para mí se trata de una enfermedad actual y del mundo en qué vivimos, inimaginable hace tan solo 20 o 30 años) y se dedica a ayudar en una asociación legal para los “sin papeles” ¡Ojo! No lo hace por altruismo, sino porque se lo recomiendan como parte de su proceso de recuperación. En este sentido alabo que el filme no caiga en el “buenismo” en que, por ejemplo, “Intocable”-el modelo inspiración de “Samba”- incurría.

El filme tampoco cae en el love story fácil: hay una atracción entre la pareja protagonista pero no romance porque, seamos serios, sus respectivos mundos y problemas son totalmente distintos. En este sentido, me gusta que el filme no caiga en la típica historia de superación o de “romance-que-supera-todas-las-barreras”, vamos, que no incurre en el ”buenismo”, como en “Intocable”, donde al final, la amistad de los dos protagonistas lo superaba todo.

Por último –y aquí para mi otra gran diferencia con “Intocable”- “SAMBA” retrata el día a día de los “sin papeles” –e incluso, cuando son legalizados-  como la definición darwiniana de ”lucha por la vida”; aquí no hay bicocas como en “Intocable”, donde el chico de color empieza de chófer y acaba de amigo del alma de su empleador. El llamado ascensor social parece que ha dejado de funcionar o ya no sube como antes. Uno quiere creer que la crisis se ha impuesto en el país de la “grandeur”.

Para acabar, si alguien no está de acuerdo con mis comentarios sobre “SAMBA”, sea bienvenido a discrepar. 




En Barcelona, a 26 de marzo de 2015.




 


 



 











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