SI ESTO ES UNA MUJER


Novela policíaca que gira en torno a las vicisitudes de su protagonista, una inspectora de policía en Madrid, Manuela Mauri. Escrita por una pareja en la vida real, Noemí Trujillo  empezó a escribir poesía y la novela que nos ocupa, “SI ESTO ES UNA MUJER” es su segunda incursión en el género policíaco o de misterio, después de “NADA SUCIO”, escrita también con Lorenzo Silva, en torno a una mujer detective, Sonia Ruiz, que desconozco. 

Lorenzo Silva es un nombre conocido para los forofos de la novela negra por su serie Bevilacqua /Chamorro, sobre una pareja de la guardia civil, el sargento Bevilacqua y la agente Chamorro, aunque en las últimas entregas de la serie han ascendido a el subteniente Bevilacqua y la sargento Chamorro. Esta serie, creo, que a partir de “Los cuerpos extraños“ y las demás entregas posteriores marcan un hito para entender el crimen en España, pues son novelas plenamente actuales, cuyos argumentos hasta hace pocos años nos habrían resultado totalmente desconocidos: la corrupción de nuestros partidos políticos en “Los cuerpos extraños“; el avispero afgano como ejemplo de un imposible intento de “sacar pecho” a nivel internacional (¿Pero qué diantres se nos ha perdido allí?) en “ Donde los escorpiones”; o la lucha imposible por el control del Estrecho frente a las mafias de las pateras, la droga y las armas, sin olvidar la pasividad inglesa desde Gibraltar.

No obstante, como serie, me costó entrar porque, a diferencia de mi añorado Carvalho (el detective creado por Vázquez Montalbán), Silva no se para a explicarnos cómo son su personajes: cada una de sus novelas  se vuelca en la investigación del caso concreto. De Bevilacqua, al principio de la serie, sabemos que está casado, con un hijo pequeño; luego, que se ha divorciado; más adelante, que el hijo quiere entrar en el cuerpo siguiendo sus pasos… Pero en ninguna entrega hemos asistido a alguna trifulca con su ex, ni tampoco sabemos porque su ex lo ha abandonado (bueno, sí, suponemos porque siempre está fuera investigando…), ni se le conocen novias ni tampoco lo hemos visto en acción intentando “ligar”. En fin, que es un “picoleto” (así se autodefine) entregado a su trabajo…  Otro tanto cabe decir respecto a su ayudante Chamorro: en alguna entrega soñaba con quedarse  en estado y en volver a casa el fin de semana porque tenía alguien que le interesaba. Pero siempre ha estado soltera y desconocemos cualquier detalle de su vida privada.

Esta falta de aproximación a la vida privada de Bevilacqua y Chamorro (sus hobbies, manías y demás, no solo su vida amorosa), hace que nos cueste, como lectores, sentir “cariño” (“empatía” se dice ahora) por dichos personajes porque nunca los acabamos de conocer.  En cambio, en el caso de Carvalho, las coordenadas de su mundo particular eran muy claras: le gustaba cocinar a las altas horas de la madrugada y entonces despertaba a su vecino de la torre de al lado en Vallvidrera, para que le ayudara a dar cuenta de su creaciones culinarias; encendía la chimenea de su torre con libros porque ya no creía en la cultura;  su novia, Charo, era una prostituta, más celosa que la una, que no paraba de montarle escenas porque sabía que a su novio le iban las pijas; su despacho, con su ayudante Biscuter, que siempre le servía las malas noticias con un chupito de orujo,  estaba en Las Ramblas, en lo que antaño era el “barrio chino”, pese que a él le gustaba vivir de alquiler (tenía un contrato de los llamados “indefinidos”) en una Torre en Vallvidrera, porque rechazaba el concepto de propiedad ya que de joven había sido militante del PCE… Otro tanto cabría decir del abogado Lic Salinas, el personaje creado por Pedro Casals, que siempre investigaba casos relacionados con el crimen.  Aunque Lic nunca pasó de ser un segundón al lado de Carvalho, gozó de bastante fama en los ochenta y noventa del siglo pasado. Este personaje alternaba su despacho, donde tenía una mesa de billar, en la Plaza Mayor de Madrid con fines de semana en Llafranc, donde salía a navegar en su “chup-chup” (una barca de pescadores con motor); le gustaba fumar puros "pata de elefante"; tenía una novia que parecía un “clon” de Ana Obregón (cada uno es hijo de su época). Esta novia llevaba un pub y, por eso, le dejaba bastante manga ancha a nuestro Lic para que fuera investigando sus casos…

Bien, en el caso de la inspectora madrileña, Manuela Mauri, no se dá esta falta de aproximación a su vida privada que criticaba en el caso de la serie de Bevilacqua y Chamorro. Aquí nos encontramos con una cuarentona, madre de dos chicos adolescentes, que al principio de la novela está de baja por depresión.  Enseguida descubrimos que es una mujer de armas tomar: una vez, haciendo footing, se encara con un yonqui que se ha metido con  su "derriere" y el tío se va por piernas...; su actual pareja, Alberto, es cinco años más joven que ella; al guaperas del cuerpo, Rafael, un  subordinado suyo, le suelta que si alguna vez le parece que ella se muestra muy afectuosa, que no se confunda... En fin, que no nos parece que a nuestra  protagonista le haga falta el "#Me Too"...

En cuanto a la trama de la novela, gira en torno a un cadáver troceado del que solo han podido recuperar algunas partes en distintos vertederos de basura de Madrid. Se sabe que el cuerpo era de una mujer de color (de  raza negra, decíamos en mi época) no identificada. Por lo que Guadalupe, una agente de policía de color, le pide a nuestra inspectora que vuelva al trabajo y tome las riendas del caso. La agente Guadalupe teme que el caso sea convenientemente olvidado por falta de pruebas y se siente obligada a intentarlo todo porque la víctima era una persona de color.  

El regreso de nuestra inspectora Mauri levantará algunas suspicacias sobre si ya está plenamente recuperada para encargarse de la investigación en cuestión. Como que dicha investigación parece una pérdida de tiempo ante la falta de pruebas, el reto que asume nuestra inspectora Mauri queda perfectamente delineado: si fracasa, dará la razón a sus detractores (entre ello, a su archienemiga, la inspectora Rosario Mañas, que además tuvo un lío con el guaperas, Rafael). 

La investigación policial nos lleva a la Colonia Marconi, un polígono de Madrid que para asombro del lector, existe de veras (http://www.telemadrid.es/programas/madrid-es-cifra/Colonia-Marconi-principal-prostitucion-Madrid-2-2012218809--20180514105339.html). Por lo que nos describe la novela, hay un sector dedicado a la prostitución de chicas nigerianas; otro, a chicas rumanas y un tercero, a chicas chinas. No parece que la policía "pinte" mucho  por allí.  De la novela aprendemos que las chicas nigerianas son introducidas en Europa, por Italia, y entran en España por Bilbao, porque allí se aprovechan del sistema de ayudas sociales el País Vasco y las empadronan allí, para que puedan cobrar estas ayudas (que se las queda su "organización"), mientras su organización se las lleva a cualquier otra parte de España para que ejerzan la prostitución.  También, como dice un personaje de la novela, que las posibilidades de que estas chicas abandonen su organización y delaten a sus jefes, son mínimas, por no decir nulas, porque "...esa seguridad de la señorita Pepis que llaman  testigo protegido ... solo es una ley, como tienen por costumbre  los políticos aquí, que se creen que "para  cambiar el mundo  basta con escribirlo en el BOE" (sic).

Hay un cameo de Bevilacqua, quien "orienta" a nuestra inspectora en un breve diálogo. Uno cree que hay más pasión contenida (tensión sexual lo dicen ahora)  en este diálogo que en toda la serie de Bevilacqua y Chamorro junta... Esto del cameo es una invención americana que he visto en autores como Evan Hunter o Robert B. Parker. El primero firmó como Ed Mc Bain, la serie policíaca del Distrito 87, sobre una comisaría imaginaria en Nueva York,  cuyo protagonista era el inspector de policía Steve Carella, y la del abogado criminal Matthew Hope (son series que han envejecido mal). Parker, por su parte, creó la serie del detective Spenser y la del policía Jesse Stone (solo recomiendo la de Spenser). Ambos autores tomaban prestado el protagonista de una serie  y lo "colaban" en la otra, donde el protagonista era otro. Algunas veces lo publicitaban como la gran cosa: la última entrega del detective Spenser tiene un cameo del policía Stone o viceversa (McBain hacía lo mismo con sus personajes de Carella y Hope). Normalmente estos cameos se limitaban a un capítulo, donde el "invitado" ayudaba al protagonista de la serie a resolver el caso... En el caso que nos ocupa, el cameo de Bevilacqua no nos parece forzado. 

La novela empieza con trampa: el primer capítulo pone en boca del asesino sus motivos. Sin embargo, el protagonista no es el asesino sino la Inspectora Mauri. Por lo que el engarce lógico de este capítulo primero es a continuación del capítulo 22. Propongo, pues, que el lector o lectora empieze esta novela a partir del capítulo 2, donde el protagonismo absoluto corresponde a la inspectora Mauri y al llegar al asesino, el lector ya entenderá donde encaja dicho capítulo primero.  

Por último, no podemos acabar sin hacer mención de la  vida sentimental de nuestra inspectora Mauri: de una parte, tenemos a su ex, Javier,  padre de sus dos hijos, también policía, del cual todavía no se ha divorciado porque hasta que apareció Alberto, mantenían una relación “intermitente”.  El tal Javier tiene debilidad por las chicas “jóvenes y tatuadas” a las que enseña “el duro oficio de policía”(sic). De otra, está Alberto, el psicólogo que la ha tratado durante su depresión, cinco años más joven que ella y que vive  con ella y sus dos hijos. Como nadie es perfecto en este mundo, nuestra inspectora ya sabe que Alberto guarda en su cartera un poema dedicado a una antigua novia… Por último, estaba Rodrigo, el jefe de Manuela, casado con otra pero que se había liado con nuestra inspectora. Todo acabó cuando, salpicado por un caso de corrupción, Rodrigo se quitó la vida de un pistoletazo. De tanto en tanto,  Manuela lo recuerda…

Resumiendo, que uno cree que no tomaría un café con esta inspectora ni en pintura… No obstante tengo curiosidad  por si sale una segunda entrega de nuestra inspectora Mauri. 

 

En La Guàrdia Lada, mi Toscana Catalana,  a 6 de agosto de 2020. 


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