LA DOLCE VITA



LA DOLCE VITA (1960) 


Película que consta de una serie de episodios independientes entre sí que giran en torno al personaje de Marcello Rubini (Marcello Mastroianni), periodista de cotilleos que actúa como voyeur a veces y como protagonista en otras. Decimos “independientes” porque lo  sucedido en cada uno de estos episodios no se comenta ni se recuerda en los demás. 

Nosotros hemos contado hasta 14 “episodios independientes” que constituyen otros tantos segmentos del filme, cuyo orden –creemos-, se podría modificar sin que se perjudicase la comprensión del filme salvo el episodio final, el nº 14, que creemos que cierra el film –por lo que, creemos, que dicho episodio final no debería cambiar de orden-. Nuestra enumeración de hasta 14 “episodios independientes” tiene carácter indicativo, porque las divisiones y subdivisiones que se han llevado a cabo por la crítica de esta película, rozan “ad infinitum” (así, por ejemplo, entre escenas diurnas y nocturnas en Wikipedia; por temas: fiestas, mujeres, la religión como espectáculo, la figura de Steiner en Pedraza*). Pero, sin perjuicio, de volver mas adelante sobre estos 14 “episodios independientes”, creemos que LA DOLCE VITA básicamente gira en torno al conflicto de Marcello entre lo que quiere ser y lo que es realmente, es decir, su  “triste o dura realidad”. 

El mundo del “querer ser” lo representa, para Marcello, el de la Dolce Vita, con sus grandes fiestas, las amantes sin ataduras como Anouk Aimée, los personajes cultivados como Steiner, su proyectada novela (a Marcello le gustaría entrar por la puerta grande en el mundo de la Dolce Vita, como el autor de una novela famosa que nunca encuentra tiempo para escribirla) y, sobre todo, el personaje de Anita Ekberg –no como persona de carne y hueso, sino como Diva-. 

* FEDERICO FELLINI, por PEDRAZA, P. / J. LOPEZ GANDIA; Editorial: CATEDRA, EDICIONES, 1993 ISBN 10: 8437609542 / ISBN 13: 9788437609546 

El mundo del “ser” (o de la “dura realidad”) de Marcello lo representan su novia, su padre y su profesión. En cuanto a Emma, su novia de toda la vida con la que convive, es una "mamma” (o “maruja” que diríamos ahora). El suyo es un papel que, creemos, lo habría bordado Anna Magnani, pero, cosas del cine, lo borda una francesa, Yvonne Furneaux. Su personaje, para Marcello, constituye la “triste realidad” en la que le ha tocado vivir y de la que intenta zafarse durante todo el filme. En cuanto a su padre (Annibale Ninchi), en la única escena en la que aparece, deja patente su carácter “provinciano” o “de pueblo”, bordeando el ridículo, así como su inadaptación a la noche romana –entendida como la noche en una gran ciudad cosmopolita- y termina queriendo volver a toda prisa a su mundo rural o provinciano –un mundo del que Marcello claramente reniega pues en ningún momento, hace referencia a dónde nació ni a su familia, ni siquiera cuando está con Emma, la “Mamma”-. Y, en cuanto a su profesión de periodista de cotilleos, es lo que tiene que hacer mientras sueña con escribir una novela famosa. De todas formas, esta profesión de periodista de cotilleos no impedirá a Marcello acceder al mundo de la Dolce Vita en el último episodio del filme, donde Marcello actúa como maestro de ceremonias en la última fiesta.   

Resumiendo, los 14 “episodios independientes” en los que hemos dividido la película son los siguientes: 

1ª El helicóptero con el Cristo colgante que lleva a la Pza. San Pedro es, cinematográficamente, uno de los mejores inicios de cualquier película y nos ofrece la religión como espectáculo u atracción turística, sin ningún sentido místico. Incluye la escena de la terraza del hotel, donde Marcello intenta en vano pedir el teléfono a unas chicas que están en bikini en la terraza del hotel (es la primera aparición en pantalla del mundo de la Dolce Vita, del “querer ser” de Marcello, que decíamos antes). Aquí, echamos de menos un guion más clásico o disciplinado, a lo Billy Wilder -donde todo se complementaría y encajaría en su sitio-. Pues, creemos, que en la escena de la terraza podría, por ejemplo, Marcello haber conocido a Anouk Aimée, quien aparece en el siguiente episodio, y haberle pedido su teléfono. Con lo que enlazaría con el siguiente episodio cuando se encuentran en el night-club. Sin embargo, tal como está rodada, el final de esta escena con el helicóptero sobrevolando San Pedro, deja al espectador con el interrogante de qué relación tendrá lo que ha visto con lo que sucederá en la película (por ejemplo, en los siguientes episodios, ¿Robarán el Cristo que han transportado? ¿Subirá Marcello a la terraza del hotel con las chicas en bikini? ¿Saldrá en portada de su periódico con una fotografía del Cristo colgante?) y la respuesta es negativa: nada de lo sucedido en este prólogo repercutirá en el resto del filme. Aunque los dos temas que aparecen en este episodio (la religión como espectáculo y el mundo de la Dolce Vita) se desarrollaran en otros episodios. 

2º Encuentro con Maddalena (Anouk Aimée) en el night-club: esta escena, repetimos, ya no guarda ninguna relación con la anterior (por lo que no sabemos si sucede por la noche del mismo día del Cristo colgante, antes o después).  Marcello va con su fotógrafo, Paparazzo, a un night-club a ver a que famoso pillan “in fraganti” y, cómo no, pillan a alguien cenando con quien no debiera. Esta escena sirve para presentar a Marcello trabajando como periodista y tiene un carácter premonitorio de lo que el periodismo de cotilleo llegará a ser, con su constante invasión de la intimidad en aras de la noticia. Marcello aquí se nos presenta como un  personaje de dudosa moralidad, para quien el fin –la noticia- justifica los medios. Es pues, Marcello, un personaje negativo por lo que respecta a su trabajo.  

  En este night-club Marcello se encuentra con Maddalena, una chica de clase alta (ergo, de la Dolce vita), caprichosa (“spoilt” que dirían los ingleses), con la que Marcelo parece tener una relación más de amigos o colegas que de amantes (ella lleva un ojo morado de una trifulca con un amante y parece que ha ido al night-club para cambiar de aires o de pareja…). Maddalena es, pues, el primer personaje del mundo de la Dolce Vita que aparece en el filme –pues las chicas de la terraza no las llegamos a conocer- y su estilo de vida –siempre haciendo lo que le da la gana- ejerce gran fascinación en Marcello. 

3º Salida en coche con la prostituta: esta secuencia es consecuencia de la anterior: Maddalena se cansa de estar en el night-club y se lleva a Marcello a dar una vuelta en coche. Pero de la forma en que esta filmado, este episodio podría ser independiente del anterior. Es decir, creemos que habría podido el filme “saltar” directamente desde el episodio 1ª, con el Cristo colgante, a este del coche, saltándose el episodio anterior en el night-club. En su recorrido en coche, Maddalena y Marcello encuentran a una prostituta, a la que ofrecen llevar a su casa, en una zona pobre y deprimida de la ciudad. Allí, Maddalena, siempre caprichosa, le pide un café y la prostituta les invita a entrar en su casa, donde vive en condiciones muy precarias, casi infrahumanas. Rizando aun mas el rizo, Maddalena le pide si les deja su habitación –a la que han de acceder en plan aventura, sobre unos tablones porque se ha inundado el suelo- y allí Maddalena se olvida del café que les está preparando la dueña y le pide a Marcello que le haga el amor. ¿Denuncia social de lo mal que vivían los pobres mientras los ricos se daban a la Dolce Vita? No lo creemos. Nos parece más bien que este episodio nos muestra cómo es Maddalena: una persona caprichosa, sin límites, que cambia de parecer a cada momento. La noche loca en casa de la prostituta tiene más de aventura –en el sentido de buscar nuevas sensaciones, a lo “El Rey se divierte”- que de denuncia social. Este episodio termina con el amanecer: Maddalena y Marcello salen de casa de la prostituta, le pagan y se van en el coche de ella.  

4º Intento de suicidio: Este es un episodio que no sabríamos si ponerlo como epílogo del anterior, pues parece que actúe como la moraleja final de la noche loca de Marcello con Maddalena, o como otro episodio independiente. Cronológicamente esta escena aparece después de la noche loca con Maddalena y nos da la impresión que Fellini  nos está diciendo que este mundo del “querer ser”, de la “Dolce Vita” -que Marcello ha disfrutado con Maddalene en la noche loca anterior- acaba de golpe con el contacto con la “dura realidad” -el que llamamos el mundo del “ser” de Marcello-, cuando Marcello llega a su apartamento y se encuentra a Emma (Yvonne Furneaux), su novia, víctima de una sobredosis y la lleva la hospital.  

   Finalmente este “Intento de suicidio” nos hemos decidido a considerarlo un episodio independiente, en vez de un epílogo del episodio anterior, porque nada obstaría a que Marcello, después de pasar cualquier otra noche en las demás fiestas del filme, regresara a su casa y se encontrase con que Emma, su novia, ante la imposibilidad de Marcello de llevar con ella una vida convencional, se hubiera tragado un pote de pastillas en un intento de suicidio. 

Vemos una moraleja en este episodio porque si este intento de suicidio hubiera tenido lugar en otro momento del día, por ejemplo, cuando Marcello estuviera trabajando y una vecina le hubiera  avisado, dicho intento significaría la constatación por parte de Emma del fracaso de su relación con Marcello. Pero, como este episodio ocurre por la mañana, cuando Marcello llega de juerga, vemos un sentido de castigo o reprobación a la conducta de Marcello, que atribuimos a la influencia del catolicismo en Fellini –no importa lo irreverente y anticlerical que se haya mostrado muchas veces-: después del pecado –la noche loca- viene la penitencia–el intento de suicidio- .  

A pesar del dolor que muestra Marcello por Emma y los te quiero que le profesa mientras ella está inconsciente, termina este episodio con una nueva contradicción por parte de Marcello: una vez ha dejado a Emma fuera de peligro en el hospital, Marcello llama a Maddalena pero no la encuentra. Esto es, Marcello no renuncia a alcanzar el mundo de la Dolce Vita.   

Si se considera –tal como sostenemos en este artículo- este “Intento de suicidio” como un episodio independiente, nada obstaría a que, no habiendo encontrado Marcello a Maddalena cuando la llama, que seguidamente Marcello se dirigiera al night-club (y enlazáramos con el episodio 2º), esperando encontrarla.         

5º Visita de Sylvia (Anita Ekberg) a Roma: este episodio empieza con la llegada de Sylvia, en plan gran diva del cine al aeropuerto. El tratamiento dado a los paparazzi, peleándose por subir el primero en la escalera de aterrizaje del avión- y, por ende, a Marcello, pues su fotógrafo, Paparazzo, está allí, no deja de ser una velada crítica contra el periodismo y su  abuso del sensacionalismo que siguen vigente en la actualidad.  

Del aeropuerto la comitiva va al hotel y allí Sylvia da una rueda de prensa en su habitación. Marcello aprovecha para llamar a Emma, interesándose por su salud  y si sigue con la medicación (queremos creer que toma esta medicación por su intento de suicidio. Pero esto tampoco nos lo aclara el filme). A Emma solo se le ocurre preguntarle si está solo con la diva. Marcello no deja de mirar a Sylvia (una escultural Anita Ekberg) mientras escucha a Emma (Yvonne  Furneaux) por teléfono, lo que acrecienta la diferencia entre ambos tipos de mujer: la “dura realidad” de Marcello frente al mundo de la Dolce Vita; la “maruja” que uno tiene en casa y la “diva” inalcanzable.  

El siguiente paso es una visita a la cúpula de San Pedro, donde al final llegan los primeros, Sylvia y Marcello. Esta escena sirve como pretexto para dejarlos solos y que Sylvia se fije en Marcello, lo que justificara mas adelante su escapada nocturna. A destacar que la vestimenta de Sylvia no es en absoluto provocadora. Pedraza la compara a la sotana de un clérigo con sombrero incluido (*). Queremos creer que Fellini quiso ser respetuoso con el Vaticano (¡Nunca sabremos qué habría pasado si Anita Ekberg hubiera llevado el vestido de la Monroe en “CON FALDAS Y A LO LOCO”!). A destacar, que la vista desde la cúpula de la Pza. San Pedro recuerda a la vista desde el helicóptero y, como aquella, nos muestra la religión como espectáculo u atracción turística, sin ningún sentido místico o sobrenatural. 

Por la noche, hay la fiesta de Caracalla, donde Marcello saca a bailar a Sylvia y le declara su amor y le dice que ella es su ideal de mujer. Ella no le entiende porque solo habla inglés y él solo italiano, aunque es de suponer que se lo imagina. Pero Sylvia no le hace caso. Ella solo quiere divertirse y nos parece que  disfruta con el efecto que como gran Diva causa entre los hombres, incluido Marcello, y siempre con la excepción de Robert, su marido, quien parece cansado de los numeritos de su mujer aunque no haya nada indecoroso en la actitud de Sylvia. Ella solo quiere bailar, reír y pasárselo bien junto con el equipo de rodaje. Mientras que Robert adopta una actitud de completa indiferencia. La consecuencia predecible es que  Sylvia discutirá con Robert y entonces le pedirá a Marcello que la lleve a dar una vuelta en coche y esta excursión nocturna terminara en la mítica escena de la Fontana de Trevi –uno de los momentos mágicos del cine-.  

Así como de “La Tentación vive arriba” se dijo que había sido el adulterio mas frustrante de la historia del cine (porque el protagonista, un marido “rodríguez”, sueña todo el rato con su vecina de arriba, una Monroe despampanante, pero entre ellos dos no ocurre nada porque él no se atreve a dar el paso); hemos de decir que este episodio de Anita Ekberg, y, sobre todo la noche en la Fontana  de Trevi,  constituye una de las situaciones mas frustrantes para un hombre que persiga a una mujer. En efecto, Marcello –y con él, el espectador- siempre espera que ocurra un “milagro”, que Marcello la consiga, y hay tres momentos en los que parece inevitable que suceda –cuando están arriba en la cúpula, cuando la saca a bailar y sobre todo, bajo los chorros de agua de la Fontana de Trevi.-  

Si nos encontráramos ante una película más convencional, donde los actores subliminan los deseos del espectador, siempre hay un momento en donde, a modo de compensación para el sufrido espectador, se permite al protagonista alcanzar su sueño y de esta forma, el espectador, a través del protagonista, también lo alcanza. En este episodio, el sueño de Marcello y, a través suyo, del espectador, es que consiga a Sylvia. Por lo que si nos halláramos ante un guión más convencional, cabría imaginarnos que, en la escena de la cúpula de la Pza. San Pedro, Sylvia podría haberle cogido la mano brevemente a Marcello impresionada por la vista que se despliega ante ella (no hay que olvidar que están en el Vaticano y un “morreo” podría en aquella época ser considerado muy irreverente); que, mas adelante, en la escena del baile, cuando él se declara, ella le hubiera dicho que callase o que no dijera tonterías; y que, finalmente, en la escena de la Fontana de Trevi, se hubieran besado; dejando a la imaginación del espectador, cuando en la siguiente escena regresan al hotel si la “cosa” habría ido a mayores  o si se habría acabado allí… (habían trucos para sortear la censura: por ejemplo, si ella se despide del hombre en la calle con el pelo suelto cuando antes iba bien peinada, es que han estado juntos…). Esto sería, pues, un guión “convencional”. Sin embargo, Fellini no estaba para concesiones comerciales en el guión y en todo este episodio de Sylvia, no pasa nada entre ellos dos. Por lo que Sylvia se nos presenta como el sueño inalcanzable de Marcello. Por su parte, Marcello no recordara ni hablara de Sylvia en ningún otro episodio del film –ni siquiera cuando tiene la bronca en el coche con Emma en el episodio 12º-. Lo que nos parece un fallo de guión pues creemos que este episodio con Sylvia debería haberle dejado huella.  

Desde luego, cabe otra interpretación más simple y desde el punto de vista de Sylvia como mujer casada: que ella está enamorada de su marido, a pesar de sus problemas con la bebida que cabe suponer terminaran por ocasionar el divorcio, y como ha tenido la bronca con el delante de los compañeros de rodaje –con los cuales ha de trabajar cada día mientras dure el rodaje-, opta por darse una vuelta en el coche de Marcello. Sylvia no está interesada en pasar la noche con Marcello y queda fascinada con la Roma nocturna que le descubre su “chevalier servant”  –el pobre tío lo intenta todo, hasta llama a Maddalena por si le puede dejarle una habitación pero ella tiene alguien en casa. Lo que, creemos, muestra entre Marcello y Maddalena una relación mas de colegas que de amantes- y, sobre todo, queda Sylvia fascinada por la Fontana de Trevi, donde allí se pone  bailar bajo los chorros de agua en una escena que tiene mas de ritual o hasta de liberación personal, que de intento de seducción –aunque al pobre Marcello y, por ende, al espectador, nos parezca todo lo contrario.- Reforzaría esta interpretación el hecho que cuando regresan al hotel y se encuentran al marido en la puerta, ella intenta explicarle esta sensación de belleza hasta que Robert la interrumpe de manera sobradamente conocida.  

Uno de los méritos de este episodio es la interpretación que hace Anita Ekberg -una desconocida cuando rodó este episodio de LA DOLCE VITA-, pues no cabe olvidar que solo aparece en apenas 30’ de una película que dura 180’ en las últimas versiones de Blu Ray. Ella actúa en todo momento en plan Diva, como si fuera una Monroe, sin que en ningún momento se nos presente con los problemas de una persona “normal”. Hace prueba de lo acertada de su interpretación como Diva, el “impacto” que ha tenido su personaje que ha devenido un icono.   

6º Encuentro con Steiner (Alan Cuny) en la iglesia: este episodio constituye el primer acto, donde se nos presenta a Steiner, un hombre cultivado, de posición y dinero, que parece ser el modelo de hombre de éxito al que Marcello aspira. En este episodio, Steiner está tocando el órgano en una iglesia –porque el rector le deja practicar- y nos demuestra que es capaz de pasar de Bach al Jazz sin ningún problema. La figura de Steiner se nos presenta como un mentor de Marcello, quien creemos que busca en él una figura paterna dado que, como mas adelante se verá en el episodio 10º, Marcello rechaza a su padre real o, mejor dicho, lo que este representa.  

7º El milagro de los niños y, de paso, Emma pide el milagro de que Marcello la quiera: este episodio constituye la mejor muestra en todo el filme de la “religión como espectáculo u atracción turística”, desprovista de ningún sentido místico. Versa sobre un supuesto milagro de unos niños que han visto la Virgen y Marcello con Paparazzo y Emma van a cubrirlo. Recuerda a “Cabiria”, donde también hay una escena de un supuesto “milagro”. Mezcla el atraso cultural con la devoción y ofrece la cobertura del milagro como espectáculo que acabará con un accidente mortal. Con respecto a nuestros personajes es de destacar que, llevada por el fanatismo de los allí congregados a la espera de que se produzca el milagro, Emma le pide a la Virgen -que supuestamente se ha aparecido a los niños- que le ayude a retener a Marcello a su lado a cambio de lo que sea. Como se verá más adelante, sus plegarias no serán atendidas. Esta escena de Emma queda un tanto olvidada ante la noche caótica que se está desarrollando a la espera de que se produzca el “milagro”. Pero, creemos, que tiene gran importancia a nivel de las relaciones personales entre los protagonistas. 

En efecto, esta escena muestra el abismo que media entre Marcello y Emma, entre  lo que aquel aspira y lo que esta representa y, en cierta manera, es premonitoria de la discusión nocturna que tendrán en el coche en el episodio 12º. 

8º Fiesta en casa de Steiner: aquí Marcello se decide a sacar a Emma y la lleva a casa de su amigo –mentor-, su admirado Steiner. Es la más civilizada de las fiestas de todo el filme. De hecho es más una reunión que una fiesta. Previsiblemente, todos los invitados son intelectuales y sofisticados menos Marcello y Emma. Esta fiesta funciona como segundo acto en la relación entre Marcello y Steiner y sirve para enseñarnos el mundo en el que vive Steiner y al cual aspira Marcello. Pero, con todo, al final, Steiner le confiesa a Marcello sus inseguridades y temores. Es decir, que, bajo su fachada, se encuentra una persona en crisis o insatisfecha. 

Es de agradecer que Emma no aparezca como una “paleta” fuera de lugar en este ambiente, sino que está muy correcta en toda la fiesta. En cambio, Marcello, hay un momento en el que manifiesta delante de ella y otra señora que le gustaría tener hijos de todas las razas. Las diferencias entre ellos son constantes pero Emma parece decidida a aguantarlo todo…      

9º En el chiringuito por la mañana con la niña guapa: hemos dicho anteriormente  que a Marcello le gustaría escribir una novela que nunca encuentra tiempo de escribir. Pues bien, la única escena en toda la película donde intenta escribirla, es en el café de la playa, donde conoce a Paola, una joven e ingenua camarera que parece admirarle como escritor.  

Esta escena supone un descanso con respecto a la anterior. Es intrascendente, aquí no hay diálogos sofisticados ni personajes complicados pero guardará relación con la escena final de la película. Se nos presenta Marcello tal cual es: un joven que ambiciona –sin mucho éxito, pues parece que le cuesta lo suyo concentrarse- escribir una novela.  

10º Escapada nocturna del padre de Marcello: este episodio sirve como excusa para que conozcamos al padre de Marcello, que ha venido a Roma y quiere correrse una juerga por la noche junto a su hijo. Acaba con que el padre tendrá un “yu yu” en la habitación con la chica y, cuando se reponga al cabo de un  rato, se largara corriendo a la estación de vuelta a casa. Impagable la escena, cuando antes de largarse, alisa la cama, en un gesto de “aquí no ha pasado nada”. Este episodio deja  patente el mundo de donde proviene Marcello y que se empeña en rechazar durante todo el filme. También sirve de contrapunto la figura del padre a la de Steiner.  

11º Fiesta aristocrática; 2º encuentro con Maddalena: este  episodio sirve para mostrar la decadencia de la Dolce Vita. Marcello se apunta con un grupo que van a una fiesta en un castillo en las afueras de Roma. Allí se encuentra con Maddalena (Anouk Aimée), quien le deja en una habitación mientras ella se va a la de al lado, de forma que se hablan sin verse. Entonces Maddalena le pide que se case con ella; que quiere cambiar de vida. Insiste tanto que Marcello la acaba creyendo y entonces él se anima, a su vez, y le dice que la quiere. En este momento –cuando él dice que la quiere, es decir, cuando él cae-, el juego se acaba para Maddalena y se deja besar por un desconocido que ha entrado en su habitación mientras Marcello no para de decirle cuanto la quiere. El personaje de Maddalena se acaba aquí;  ya no habrán más escenas con Maddalena en todo el filme.  

Pero la fiesta sigue; Marcello se une a un grupo que va a visitar una casa fantasmagórica. Allí se enrolla con Jane, una americana, porque parece que es lo que hay que hacer. El episodio  termina, al amanecer, saliendo todos del castillo en procesión y cruzándose –en una escena que podría ser de “El gatopardo”- con la propietaria del castillo, una señora muy anciana, que va a Misa precedida por el sacerdote y varios novicios ¿La religión frente a la decadencia? ¿La tradición frente a la modernidad? ¿U otro ejemplo de Fellini mostrándonos la religión como espectáculo?  

12º Discusión por la noche en el coche entre Marcello y Emma: esta es una de las escenas mas duras de todo el filme y además, es muy realista porque a estas alturas del filme ya conocemos a Marcelo y a Emma y el tipo de relación que tienen. Debería suponer un punto y final en su relación. Sin embargo, en uno de los giros mas sorprendentes que se recuerdan, al final todo sigue igual entre ellos dos.  

Volviendo al carácter independiente que tienen estos episodios entre sí –como decíamos al principio-, nada obstaría que, al día siguiente,  Marcello, para olvidar la bronca de la noche anterior, se embarcase en el helicóptero con el Cristo colgante –episodio 1º-; fuera por la noche al night-club (episodio 2º); después se escapara con Maddalena a pasar la noche en casa de la prostituta (episodio 3º); y, cuando regresara a casa por la mañana, se encontrase a Emma, su novia, víctima de una sobredosis (episodio 4º); y vuelta a empezar…  

13º Suicidio de Steiner: episodio muy bien filmado con una impagable escena de los paparazzi al acecho de la mujer de Steiner que resulta también premonitoria del papel de la prensa y los media en la actualidad. Sería como el tercer acto de la relación entre Marcello y Steiner, con un final chocante.  

Sin embargo, dicho suicido no se llega a explicar. Es decir, Steiner no deja una nota explicativa ni tampoco de la investigación policial en su piso se vislumbran los motivos (por ejemplo, que sufriera depresión, que fuera drogadicto o, incluso, dado que su nombre es de ascendencia judía, que hubiera sufrido el infierno de los campos de concentración durante la guerra y no lo hubiera podido superar). Esto hace que el personaje de Steiner, el “intelectual” de LA DOLCE VITA, nos parezca poco creíble puesto que no se justifican sus acciones. Aquí, de nuevo, echamos de menos un guion más clásico o disciplinado -donde todo encajase en su sitio-. 

14º Fiesta en la playa: el filme cierra con la escena de la última fiesta o de la “orgía fallida” –para distinguirla de las otras tres (3) fiestas: la de Caracalla con Anita Ekberg; la “intelectual” en  casa de Steiner y la aristocrática o “decadente” a las afueras de Roma-. Esta fiesta en la playa, creemos, que cronológicamente ha de ser la última escena del filme, donde Marcello ha triunfado, pues ya forma parte de “La Dolce Vita” (ha llegado al mundo que quería). Creemos que, por concisión narrativa, este episodio no se puede intercambiar de orden con las demás, puesto que, si por ejemplo el filme empezara con este episodio de la fiesta en la playa, es decir, empezara por el final y el resto de episodios nos explicaran cómo se ha llegado a dicho final, creemos que entonces sería mucho más compleja la comprensión de una película ya de por sí bastante compleja. Por lo que, en definitiva, creemos que este episodio 14º, de la fiesta en la playa, siempre ha de ir al final de esta película, no es pues intercambiable, como hemos defendido respecto a otros episodios.  

Decíamos que en este episodio Marcello ha triunfado, pues ya forma parte de “La Dolce Vita”; no sabemos si continúa con Emma, pero claramente se ve que va por libre y está solo, sin amigos. Algunos críticos han comentado que en dicha escena se supone que han pasado varios años desde el suicidio de Steiner y que Marcelo aparece con canas. No estamos de acuerdo porque la chica del café, Paola, del episodio 9º, continúa trabajando en el café cuando sale al final de esta escena, es decir, no ha envejecido con respecto a su anterior escena. Queremos creer que el supuesto envejecimiento de Marcello se debe a que se ha “gastado” mucho (tantas noches de juerga, alcohol y no dormir, queremos creer que pasan factura a cualquiera).  

Lo que, al final de esta escena y, por tanto, del filme, creemos que aflora es el catolicismo de Fellini con el complejo de culpa. Es decir, creemos que el pez gigantesco que arrastran unos pescadores en la playa representa la muerte o el fin y que Marcello, después de otra noche loca, contempla a través del bicho muerto la posibilidad de que su vida se ha de acabar algún día –en concreto, hay un primer plano del ojo del bicho que creemos que actúa a modo de espejo donde se contempla fugazmente Marcello-. Y, es justo en este momento, cuando aparece Paola, la chica del café, fresca como una rosa, que, comparada con la “troupe” de degenerados –o, por lo menos, de pasados de rosca- con los que acaba Marcello de pasar la noche, representa dicha Paola un espíritu puro, limpio, todavía no manchado por los vaivenes de la vida y que, en aquel momento, ofrece a Marcello una posibilidad -¿Tal vez la última?- de regeneración en esta vida –pues el bicho muerto le está avisando qué algún día se acabará todo- y, tal vez, la última posibilidad de escribir su gran novela, incluso puede que en el mismo café donde trabaja Paola –ya que la única escena en la que Marcello  intenta escribirla, es en dicho café de la playa y Paola es el único personaje en todo el film que lo admira como escritor-.   

¿Y qué hace Marcello ante esta su última posibilidad de regeneración? Se da media vuelta y sigue a la “troupe” con los que ha pasado la noche. Es decir, en términos católicos, rechaza su “salvación” –que Paola le ofrecía- y supuestamente se condenará al infierno –al seguir disfrutando de la Dolce Vita con la “troupe”-. Desde luego, caben otras interpretaciones, por ejemplo, que Marcello, en el único arranque de nobleza que tiene en toda la película, “pasa” de Paola porque no quiere corromperla o echarla a perder pues él es consciente que se condenara –estamos hablando en términos católicos- ya que no va a cambiar su estilo de vida pero no echará a perder a Paola. Creemos que hay, pues, una reprobación al final de Marcello por parte de Fellini –o tal vez impuesta por la censura de la época, puesto que un amoral que acabara bien no era admisible-, según la cual, cuando Marcello se larga tras la troupe, terminara condenándose. 

Pero, en cambio, si consideramos a LA GRAN BELLEZA la continuación natural de LA DOLCE VITA, el final de la marcha de Marcello  tras la “troupe”  en LA DOLCE VITA enlazaría con la fiesta del inicio en  el fabuloso ático de Jep Gambardella (la continuación del personaje de Marcello al cabo de 30 años) en LA GRAN BELLEZA.   

La conclusión que se desprende al final de LA DOLCE VITA es desoladora: Marcello se queda solo (no importa si continúa con Emma o si ella le sigue esperando); sin amigos, porque su amigo y mentor, Steiner, se ha suicidado; su carrera literaria nunca arrancara porque con tanta fiesta, nunca tendrá tiempo de escribir su novela; y con  las mujeres que vaya conociendo de LA DOLCE VITA solo le servirán para pasar el rato, para tener relaciones intermitentes como el personaje de Jep Gambardella en LA GRAN BELLEZA.   

Nos parece como si Fellini castigara a Marcello por no querer redimirse y seguir en el mundo de “La Dolce Vita”. 

Aquí no podemos que volver a comparar LA DOLCE VITA con su        –para nosotros- continuación natural, LA GRAN BELLEZA, donde el personaje de Jep Gambardella es feliz en el mundo de “La Dolce Vita”: goza de un prestigio como periodista; “pasa” de escribir algo mas serio a pesar de haber escrito una prometedora novela cuando era joven; la terraza de su casa es el punto de encuentro del mundillo de “La Dolce Vita”; el hecho que sus novias le duran muy poco ya le va bien y, en definitiva, al final de LA GRAN BELLEZZA, Jep Gambardella se nos muestra contento del estilo de vida que ha elegido. Queremos creer que los impedimentos de censura que existían en 1960, cuando Fellini rodó LA DOLCE VITA habían desaparecido en 2013, cuando Sorrentino rodó su continuación natural, LA GRAN BELLEZA. En efecto, séanos permitido contraponer el final de LA DOLCE VITA con el de LA GRAN BELLEZA: si en la escena de la playa aparece el bicho muerto como símbolo de la muerte, es decir, del fin de la vida; LA GRAN BELLEZA termina con escenas de ascensión, que creemos que representa la consecución por cada uno de lo que persigue. Así, la monja tipo Teresa de Calcuta, asciende de rodillas a lo alto de una torre; los flamencos que inesperadamente aparecen en la terraza de Jep, a modo de parada en su vuelo migratorio a África, emprenden por la mañana el vuelo a su destino; y Jep sigue cavilando en hacer otra novela que sabemos que nunca escribirá. En definitiva, al final de LA GRAN BELLEZA cada uno consigue su propósito (la monja, subir al campanario -en una escena que se nos antoja un tanto masoquista aunque está filmada con todo el respeto-; los flamencos, migrar a África; y Jep, seguir viviendo como lo ha hecho siempre). Creemos que este final de LA GRAN BELLEZA no es cautivo de los impedimentos de censura que existían en 1960, cuando Fellini rodó LA DOLCE VITA y que Sorrentino, a diferencia de Fellini, tampoco es cautivo del catolicismo de este último –con su sentido de culpa y de reprobación moral-. 


En Barcelona, a once de julio de 2016.



CINE-FORUM: LA DOLCE VITA


Cuando el amigo Darryl me propuso participar en una tertulia de amantes del séptimo arte, en un principio pensé declinar su amable invitación. Mis conocimientos no son suficientes para salir airoso de tal empeño, pero Darryl me había vuelto a reconciliar con mi afición al cine; sus comentarios, críticas y, sobre todo, su don para escribir sobre películas, en ocasiones reinterpretando los guiones, me transportó a mi adolescencia cuando, en ausencia de la televisión, escuchaba atentamente, películas radiadas desde las salas de cine, narradas por la cálida voz de Jorge Arandes. Aquellos años de postguerra hacían verosímil algo que hoy resultaría absolutamente extravagante.

El desafío estaba lanzado y mi imprudencia me llevaba a participar nada más y nada menos que en una tertulia sobre una de las obras emblemáticas del cine: La Dolce Vita.

La Dolce Vita es, para aquellos que vivimos el llamado despegue económico de los años 60 en España, una referencia a modo de pantalla gigante de nuestro cosmos ciudadano. La calle Tuset, Boccaccio, la escuela de cine de Barcelona, Teresa Gimpera, Colita, Jorge Herralde, Maspons, García Márquez, Vargas Llosa y toda la tribu que conformó nuestra Dolce Vita: la Gauche Divine. Pero al hablar sobre una obra es imprescindible hablar sobre el artista. Federico Fellini, 40 años,  con dos Oscar´s bajo el brazo decide abandonar la calle del neorrealismo  para emprender su obra magna y rodarla en Cinecittà,  los colosales estudios  que Mussolini había levantado en Roma para competir con Hollywood. Presupuesto desmesurado, decorados de réplicas urbanas, casting personalmente seleccionado, no quiere como actor fundamental de su relato a una estrella como Paul Newman, exige un personaje banal, frívolo, atractivo y casi vacuo: Marcello Mastroianni.

Fellini abandona el realismo, la verdad que debía llevarse a la pantalla debe ser sustituida por la verdad a través de su mirada. Fellini es el gran manierista del séptimo arte, exagera los movimientos, altera el orden de los elementos básicos, concibe el arte intelectualizado y elitista, alejado de lo popular y resalta un estilo extravagante y surrealista, donde el erotismo y la elegancia configuran un mundo, que a partir de este film se llamará felliniano. La película se aleja de lo verosímil y se adentra en la irrealidad y la abstracción subjetiva, aunque no biográfica. La Dolce Vita es una obra a la manera de Fellini.

La estructura narrativa se construye con la misma estrategia del gran manierista del arte literario, Miguel de Cervantes. Siete episodios, un prólogo, un intermedio y un epílogo.  Un tratamiento desigual de los espacios  y una ambigua e imprevisible psicología de su personaje principal. El héroe, nexo de unión del relato, es en realidad un antihéroe en el que se evidencian sus profundas debilidades, no pretende ser ejemplarizante, simplemente es un ser real, vivo y verdadero. La narrativa no es tan solo una exposición de la transformación social radical de la historia de la Italia moderna, La Dolce Vita es una obra trascendente que enfrenta los valores dominantes en la sociedad de nuestra vieja Europa: el humanismo cristiano y el hombre nuevo socialista, con los que aportaba el imperio americano: la libertad y el capitalismo. Fellini es un ciudadano nacido y educado en el Nuevo Orden fascista bajo el manto de la cultura cristiana; rebelde y libertario concibe y desarrolla su obra con los instrumentos de un genio creador: la irreverencia y el escándalo. Así lo aprecian y repudian la sociedad, sus estamentos y las instituciones desde el Vaticano hasta el partido comunista. La película es tachada de pornográfica, blasfema y bestial. No hay mejor propaganda para la que fue un éxito universal. Pasolini llegó a decir, no obstante, que La Dolce Vita era una obra eminentemente cristiana.

Prólogo

Jesucristo en procesión aérea recorre Roma colgado de un pájaro de acero. El cortejo lo forman Marcello y su escudero Paparazzo, periodista y fotógrafo de eventos sociales, respectivamente. La multitud que lo acoge: dos obreros que saludan a los pájaros de acero y cuatro bañistas que alteradas por el ruido de las hélices batientes y al grito de ¡Jesús! entretienen su vista con el guapo periodista que las saluda e intenta un ligue telefónico, pero el ruido se lo impide. La estatua acaba la procesión en la Plaza de San Pedro.

Mundo

Marcello en un club nocturno, muestra uno de los leit motiv de la película: la atracción que ejerce en las mujeres. Maddalena, una hermosa, sofisticada y rica romana, establece con Marcello una conversación definitoria de la condicionada personalidad de ambos.
Marcello: “tu problema es que tienes demasiado dinero”. (Maddalena es absolutamente amoral)
Maddalena: “el tuyo, que tienes demasiado poco”. (Marcello es ambicioso, egoista)
Marcello no seduce a Maddalena, es ella quien toma la iniciativa y como un trofeo más se lo lleva al apartamento de una prostituta inundado y maltrecho por donde transita, mediante un tablón, sin mojarse hasta alcanzar la cama. La rica y sofisticada desciende a lo más bajo, sin perder su elegancia. Su ética es su estética. 
Marcello regresa a su apartamento donde una novia histriónica y posesiva ha intentado suicidarse. Angustiado la traslada al hospital y tras dejarla y prometerle su amor eterno, intenta llamar a Maddalena.

La nueva cultura venida de América

Otro pájaro volador de enormes dimensiones; transporta de Manhattan a Roma a la diosa Libertas; es el regreso triunfal en CARNE y hueso desde Liberty Island a su Monte Aventino. La diosa precedida por las generosas dádivas del general Marshall, es conducida en triunfo romano y vitoreada por la multitud, rodeada de un enjambre de fotógrafos. 
La diosa domina el escenario de las inquisitorias de una prensa ávida de conocer a la Libertas venida de América. Marcello se ofrece voluntario para rescatarla y llevarla a conocer la ciudad y en una carrera por la basílica de San Pedro, Sylvia como se llama la diosa, asciende al balcón que domina el Vaticano, vestida con traje talar y tocada con una teja. Marcello la alcanza y fascinado le pregunta: ¿tú quién eres? 
El clímax se aproxima tras un baile en los baños de Caracalla donde el novio de la diosa, borracho y aburrido, se desentiende de ella con aparente desdén. Marcello y Sylvia culminan su caminata en la espléndida escena de la Fontana de Trevi: “Marcello, come here” y este, arrastrado por el magnetismo del cuerpo mojado de una divina seducción, es ungido en las aguas de la libertad eterna. 
La libertad sometida por la fuerza bruta de la tiranía.  El novio como Júpiter celoso, abofetea a la diosa, la envía a sus aposentos y golpea como a un muñeco indefenso a un Marcello desprotegido. 

La intelectualidad

Steiner, distinguido y rico intelectual, mentor de Marcello, guía espiritual y meta inalcanzable, representación corpórea de la maldad nihilista, goza del lujo en el que vive y sostiene que la vida no tiene significado, propósito o valor intrínseco: la vida sin sentido. No hay esperanza. 
En su lujoso apartamento Steiner induce a Marcello a que abandone el mundo materialista y se dedique a concluir su novela. Su frase es lapidaria: “Marcello, no te cases”. En la reunión, entre discusiones filosóficas y goce mundano, Marcello declara que en el amor es mejor ser elegido que elegir. Su novia Emma, presente, manifiesta embelesada que algún día ambos tendrán una vida como esa y la mujer de Steiner, complaciente, es la perfecta anfitriona del lujo de una intelectualidad superficial y hedonista. Steiner en un episodio posterior, comete el delito más abominable: mata a sus pequeños hijos y se suicida. Parricidio familiar inconcluso, salvando a su mujer en un acto de violencia vicaria.  

El pueblo

La fe ha sido y sigue siendo la guía del pueblo, los milagros existen, los predicadores se renuevan, del pulpito de la iglesia al rodaje de actores pagados. Pero la fe arrastra, arrasa y sigue teniendo sus mártires. Emma, la novia de Marcello, presente en la escena delirante de los niños videntes, implora a la Virgen que haga realidad su amor posesivo. La lluvia, el agua, elemento permanente en el film, disuelve a la multitud que desesperada arranca las ramas del árbol donde la Virgen se ha aparecido en un acto posesivo de fe, mientras una madre llora a su hijo, víctima de la fe del pueblo. 

Primer misterio

El intermedio nos describe la desconcertante escena de Marcello en un café aislado, rodeado de cañizos, donde intenta trabajar en su novela. Una joven camarera, al ritmo de un mambo cha cha cha de Pérez Prado, revolotea como ángel seductor alrededor de Marcello, quien coquetea con la virtud efímera que trasciende el dialogo a ritmo de mambo.

La familia

En una secuencia nocturna, Marcello se encuentra con su padre en un bar de la Vía Veneto. El padre ha viajado desde una pequeña ciudad del noreste de Italia, para encontrar a su hijo del que hace tiempo no tiene noticias. La conversación deviene en un intercambio de palabras convencionales y transcurre enn un club nocturno donde el padre, pequeño burgués y comerciante de vinos (como el padre de Fellini), exhibe su esplendidez invitando a champagne así como su arte para abrir botellas y conquistar a las mujeres. La escena tiene lugar en un trasnochado cabaret reflejo de los años pasados de un fascismo belle epoque. 

Una bailarina, antigua amante de Marcello, es “conquistada” por su padre, al que conduce a su apartamento. Media hora más tarde Marcello, alertado por los gritos de la bailarina, acude a socorrer al viejo comerciante que sentado en una silla y paralizado por una taquicardia, ante el pánico de la muerte, solo quiere volver a casa. El padre, hombre de orden, antes de salir de la habitación, pide su sombrero y alisa la colcha de la cama, arrugada por su último revolcón. La madre de Marcello, ausente en todo el episodio, es el refugio de un pequeño burgués acobardado frente al último viaje que teme emprender.

La aristocracia

Marcelo y madalena coinciden en una fiesta que un príncipe celebra en su castillo en las afueras de Roma. En una de sus innumerables estancias, Fellini rueda otra de las icónicas escenas del film. Maddalena, desde una habitación contigua, mientras es acariciada por otro invitado, le confiesa su amor a Marcello que sentado en un magnífico sillón escucha sus palabras con gesto solemne de confesor. Y a la pregunta: ¿te casarías conmigo? Marcello responde con otra pregunta eludiendo el compromiso. Marcello concluye la noche con una artista americana invitada a la fiesta.
La vieja aristocracia decadente, permanece viva entre el espiritismo, el alcohol, el sexo y la salvífica oración de una madre protectora, camino de misa al amanecer. 

El compromiso

En una secuencia magistral de road movie, Emma le profesa su amor incondicional a Marcello, que conduce molesto y sin responder. Ella insiste que jamás   encontrará una mujer que lo ame igual y le acusa de ser un hombre vacío, sin sentimientos, al que solo le interesan las mujeres. Marcello por primera vez responde de forma airada, la abofetea y la saca del automóvil a la fuerza. Más tarde la recoge y sube al coche sin decir palabra. Al amanecer Marcello y Emma aparecen tiernamente acurrucados en la cama.

La alta burguesía.

Años más tarde, Marcelo cansado y envejecido, junto a un grupo de jóvenes fiesteros, asaltan la casa de un amigo para celebrar la fiesta de la recién divorciada del propietario de la casa. La fiesta deviene en un circo con la ex esposa de estrella nudista; Marcello, triunfante publicista dirige el espectáculo montando, como domador a una humillada mujer, en una fiesta más caótica que orgiástica. El marido, súbitamente aparece, y más molesto por los destrozos que indignado por los acontecimientos, los expulsa de su casa.


Epílogo.

La playa, escenario permanente de Fellini, es el lugar donde culmina la aturdida, cansada y envejecida Dolce Vita. De la mar surge una gigantesca manta raya atrapada en las redes de los pescadores: leviatán, demonio bíblico que impone el desorden y posee a las personas, fija su mirada en Marcelo que no puede sustraerse a su poder amenazante. 

Segundo misterio

Paola, la joven y virtuosa camarera, aparece en la playa y con su semblante angelical, trata de hablar con Marcello que no la puede oír. Hincado de rodillas, vestido de blanco y en posición penitente, le transmite su incapacidad de escuchar o de entender. Sus amigos le reclaman, Marcello como siempre, sin voluntad, va detrás de quien le llama, sumido en la concupiscencia, el deseo de bienes y el desorden sexual. Ha perdido toda esperanza. Mundo, demonio y carne, devoran la fe, la esperanza y la caridad. Marcelo es un hombre libre…

Por ISIDRO LOPEZ MOLINA, en Barcelona a dos de Noviembre del 2022.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

UN VERANO PARA MATAR - SUMMERTIME KILLER

PSYCHO (1960)

THE MULE (MULA)