THE GOLD FEVER - LA FIEBRE DEL ORO (LA FEBRE D´OR)




 (IN ENGLISH BELOW)  

LA FEBRE D´OR 

Adjunto al final de este comentario, una escena sacada de la novela La febre d'or (LA FIEBRE DEL ORO, 1890-1892), que tiene lugar en la Sala Parés de Barcelona a finales del S. XIX (una galería de arte que todavía funciona en la actualidad). La novela original está escrita en catalán. Pero mi consejo es que lean dicha escena, sea en catalán o traducida, porque describe unas reacciones que, a pesar de que hayan pasado con creces más de cien años desde que fue escrita, son propias de la Barcelona de cualquier época.  

Si llamamos al S. XIX el siglo de la novela, desde Dickens a Dostoyewski, pasando por Balzac, Hugo, Tolstoi, Stendhal, Dumas, Twain… en España también resultó fructífero el género con autores como Pereda, Clarín, Valera, Galdós, Pardo Bazán, entre otros, y Narcís Oller, autor en lengua catalana de la novela que nos ocupa.  

Creo que “La febre d'or” (1890-1892) forma parte de un tríptico junto con “Fortunata y Jacinta” (1887), de Pérez Galdós, y “La Regenta” (1884-1885), de Alas “Clarín”, que tienen en común el intento de un retrato “total” de una ciudad concreta a finales del S. XIX, a través de una trama que sirve de base o actúa como hilo conductor del relato (el adulterio en “La Regenta”; la pasión de Fortunata por Juan Santa Cruz en “Fortunata y Jacinta”; y la ambición de Gil Foix en  “La febre d'or”). Así, “Fortunata y Jacinta” se centra en  Madrid, “La Regenta” en  Oviedo (“Vetusta) y “La febre d'or” en Barcelona, en concreto, en la llamada “fiebre del oro” que estalló en Barcelona entre 1880 y 1881 (1*), si bien en la novela  la acción se desarrolla a lo largo de la década de 1880.   

En cuanto a la “La febre d'or”, considero que no es una novela del todo lograda pero recomiendo leerla. Por lo que me permito apuntar las siguientes claves para un futuro lector:   

a) No es una novela sobre el mundo de la Bolsa, aunque su protagonista, Gil Foix, haya conseguido su fortuna allí. En este sentido, el lector no encontrará una descripción histórica de los entresijos de cómo se jugaba a la Bolsa a finales del S. XIX en Barcelona. Ello resulta más evidente en la parte final, cuando se produce la “caída”. No espere el lector una explicación de los distintos factores que llevan al protagonista a la quiebra. El autor no está interesado en explicar porqué se arruina su protagonista, sino en el hecho de mostrarlo al final como alguien que lo ha perdido todo. Se percibe claramente que el autor, Oller, desconocía los mecanismos de la Bolsa y que dicha institución únicamente le sirve de pretexto para justificar que el protagonista, Gil Foix, gane “dinero fácil” y como esto cambiará su vida y la de su familia.  

b)  En La novela, el protagonista tiene un gran proyecto de invertir en el Ferrocarril, haciéndolo llegar a Vilaniu (ciudad imaginaria que se identifica con Valls, donde nació el autor). Pero tampoco nos hallamos ante una novela de tipo ”económico” o historicista, que relate los pormenores o dificultades de la industrialización en general o de la llegada del ferrocarril en concreto, como pudieran ser los problemas del tendido de la línea, de las expropiaciones de terrenos, de su financiación, de las condiciones laborales de la mano de obra, etc. El ferrocarril solo funciona en la novela como  pretexto o excusa de la ambición de Gil Foix. 

c) La novela funciona en base a escenas, que constituyen capítulos más o menos independientes, “saltando” a otras escenas o capítulos, donde se plantean nueva situaciones. En este sentido, no es  una novela lineal, donde lo que se acaba de contar en un capítulo, sigue en el próximo. Hay escenas memorables: por mi parte, destacaría, aparte de la de Sala Parés que adjuntamos, la de la Sombrerería y la del Hipódromo (2*). Pero hay otras: la del funeral de la suegra del protagonista; la comida-trampa a la que le invitan sus parientes… En cambio, resulta exagerada la boda de Eladi, sobrino del protagonista. 

d) En mi caso, echo en falta un motivo más concreto que la simple ambición del protagonista, que sirviera de hilo conductor a sus andanzas. Así, por ejemplo:  

1º) Que Gil Foix quisiera abandonar a su esposa, Catalina, por una amante pues la tal Catalina, desde el  inicio se ve que no “sigue” a su marido en la nueva situación de opulencia de la familia. En este sentido, me parece que el personaje de la Blanxerta, la profesora de francés que Gil Foix contrata para su hija, Delfina o La Delfineta, está claramente desaprovechado,  

2º) O, alternativamente, que quisiera el protagonista casar “bien” a su hija, Delfina, con un aristócrata o con un “rico de prestigio” (banquero, industrial…). Sin embargo el protagonista, que no deja de ser un “parvenu”, en ningún momento alberga grandes planes de boda para su hija. Lo que nos resulta un tanto sorprendente para los cánones de la época o, por lo menos, tal como nos han llegado a través  del cine y la literatura, donde el “casar bien a la hija” parecía una práctica habitual o asumida. 

3º) O que el protagonista, banquero de éxito, quisiera obtener un título nobiliario (algo muy común en aquella época “alfonsina” [3*]) o, incluso, hacer carrera política. Nada de esto hay: insistimos, el único motivo que “mueve” a la novela es la ambición del protagonista. 

e) Otra cuestión que no deja de llamar la atención son los amores de La Delfineta, la hija del protagonista. En efecto, la “nena” (la “niña”, como diríamos en catalán) se encuentra con el corazón dividido entre su primo Eladi (compromiso que además gusta a sus respectivos padres) y su tío Francisco, hermano de Catalina, su madre, un pintor bohemio que se traslada a París para perfeccionarse ¡Vaya endogamia! Uno no puede dejar de pensar... No revelaremos con quien se queda la “nena” (la “niña”) pero uno echa en falta un escena describiendo la cara que pondría la madre al pedirle el novio la mano de su hija… ¿Le tembló el pulso al autor? Porque creo que, escrita por un inglés, sería una escena de una ironía sublime…  

f) Mención aparte merece el tema del idioma catalán en que fue escrita dicha novela. Causa asombro a quien esto escribe el hecho que “La febre d'or” no haya sido traducida al castellano e incluso fomentada su lectura en los colegios, como ha sido el caso con  “Fortunata y Jacinta”  y “La Regenta”. En efecto, “La febre d'or” ha pasado como una perfecta desconocida por todo el estado español. Y me parece una lástima. Pues, de igual manera que cada veinte años o casi, aparece una nueva traducción de “La Divina Comedia” o de Shakespeare que se  anuncia  como “la versión definitiva”, uno cree que lo mismo podría pasar con otras obras de la literatura nacional escritas en gallego, catalán, vasco… Quién sabe, igual la cultura y el mundo editorial de este país se han perdido un “filón” negándose a traducir autores no castellanos. Pues de la misma manera que, por ejemplo, Galdós y “La Regenta” se continúan reeditando para las nuevas generaciones, uno piensa que lo mismo podría suceder con las obras de Narcis Oller o Rosalía de Castro, traducidas al castellano. Sin embargo, insisto, causa asombro que toda esta literatura no escrita en castellano haya sido sistemáticamente “aparcada” u olvidada, excepto para la gente que hable “Las demás lenguas españolas” (sic), según definición del art. 3.2 de la Constitución Española.  

Para acabar, de igual manera que en este momento existe un “boom” de la llamada “novela negra escandinava” (si bien desconocemos si perdurará en el tiempo o será tan breve como el sueño de una noche de verano), no cabe olvidar que el éxito de dichas novelas no viene originado por las ediciones publicadas en su respectiva lengua vernácula (danés, sueco, noruego…), sino en sus traducciones al inglés y al castellano, entre otras, que las han hecho famosas “urbi et orbi”. Esto ha conllevado, por ejemplo, que la serie Millenium o la del Inspector Harry Hole se hayan vendido por millones, cuando de haberse “limitado” su publicación en su lengua vernácula, seguramente no habrían pasado de cientos de miles; y, en segundo lugar, que se han leído muchos ejemplares más “traducidos” que en su lengua vernácula. Pero aquí uno cree que lo importante es que a uno le lean, sea traducido o en su idioma original. Nuestra conclusión: que es una lástima y una muestra de dejadez por parte de los Poderes Públicos de este país, en el caso de Narcis Oller, que su obra no se pueda encontrar en castellano. Sin olvidar que una amplia difusión en castellano podría haber “animado” su difusión internacional traducida a otros idiomas.      

g) Por último, para situar al lector, vamos a comentar la escena en Sala Parés (una galería de arte que todavía funciona en la actualidad), que transcribimos más abajo (4*), sacada del capítulo XV, del tomo I, “La Pujada”, que empieza donde se lee (mi traducción) “Veinte minutos después Panxito bajo de un salto a abrir la puerta, la gorra en la mano como una mona enseñada.” (sic) 

El tal Panxito es un criado de color, no sabemos si de origen antillano o africano. Visto desde la perspectiva actual, la escena denota un cierto racismo porque se le equipara una mona y se le llama con un mote despectivo. Pero, bueno, no hay que olvidar la época en la que fue escrita dicha novela y que dicha novela describe su época, sin que le podamos pedir al autor que no ofenda a futuros lectores al cabo de más de cien años de la fecha de su publicación. En cuanto al criado, se trata de  un personaje que aguanta hasta el final de la novela, lo que no es poco.  

A continuación entran en Sala Parés madre e hija, Catalina y La Delfineta, esposa e hija del protagonista, Gil Foix. La hija lleva la intención de comprar un cuadro, la madre, bueno, quiere evitar que su hija gaste demasiado…  Allí  se encuentran con un amigo del padre, que no revelaremos la razón por la que quiere comprar un cuadro. Los “apuntes” pictóricos de la madre, quien finalmente se deja “arrencar el queixal” (quitar una muela), no tienen desperdicio… 

Si este comentario puede inducir a alguien a leer “La febre d'or”, espero que no le defraude ¿Para cuándo su traducción?   


En Barcelona, a dieciocho de Febrero de 2019.  




 (1*)  El autor se inspira fielmente en la Barcelona de la época, del siglo XIX y permite ver el paso de una Barcelona rural en una Barcelona industrial, cambio que fue acompañado por la Fiebre de la Bolsa de los años 1880 y 1881. (Arnau , Carmen. «Análisis del editor». A: La Fiebre de oro . 3ª ed ... Barcelona: Ed. 62, 1986. ISBN 842971670). Link:  https://ca.wikipedia.org/wiki/La_febre_d%27or  

(2*) El hipódromo (1883-1934) fue un recinto hípico situado en el barrio de Can Tunis de Barcelona: “…Ubicar hoy el hipódromo de Can Tunis no es fácil. Estaríamos hablando del final de la actual paseo de la Zona Franca en los terrenos portuarios del otro lado de la montaña de Montjuïc. Fue inaugurado en septiembre de 1883 y, según comenta el cronista Sempronio, se construyó sobre un lago desecado por iniciativa de la Sociedad para el Fomento de la Cría Caballar que se había unido a una compañía francesa. La instalación disponía de una magnífica tribuna cubierta con un aforo para 2.500 espectadores. Se podía llegar por la carretera de la Virgen de Puerto, siguiendo un trayecto paralelo a lo que hoy es el paseo de la Zona Franca, o mediante el tranvía de Can Tunis que salía de la Rambla de Santa Mónica.”  

http://barcelofilia.blogspot.com/2012/02/hipodrom-de-can-tunis-1883-1934.html  (existe un plano de situación en este link)  

Quien esto escribe recuerda haber visto un cuadro de Casas en la otrora Fundación Godia (ahora Fundación Mapfre).  Se adjunta el link:  

https://www.google.com/search?q=ramon+casas+cuadro+hipodromo&hl=es&authuser=0&tbm=isch&source=iu&ictx=1&fir=7M-Pu3OqJ4M2XM%253A%252CrxTNW4    

(3*) Con la restauración de los Borbones, la nobleza vivió unos años dorados, recuperando la influencia que tuvo en la etapa isabelina. Buena muestra de ella es su crecimiento: se crearon 214 marquesados, 167 condados y 28 baronías. Alfonso XII y otorga títulos de nobleza a aquello que apoyaron la Restauración. El título, que solo podía otorgarlo el Rey, se pagaba con una cantidad que estaba en relación con la calidad del mismo, pudiéndose aspirar a varios títulos. También se otorgaron títulos a grandes propietarios, dueños de haciendas en Cuba que aportaron dinero en abundancia a la causa alfonsina. Puede servirnos de ejemplo los marqueses de Santa Rita y de Alava. (https://libros-revistas-derecho.vlex.es/vid/nobleza-contemporanea-194011037)  

(4*) Sacada del capítulo XV, del tomo I, “La Pujada”,  primera parte de La febre d'or  de Narcis Oller 


 

(EN CASTELLANO DEBAJO) 

   Vint minuts després en Panxito baixà d'un bot a obrir la portella, la gorra a la mà, com una moneta ensenyada. Mare i filla s'internaren pel magatzem de miralls del Saló Parés fins arribar a la galeria de pintures. La noia començà a mirar, a examinar-les una per una, mentre sa mare la seguia mig tombada d'esquena, indiferent a tot allò, cavil·lant encara sobre les estranyes mudances d'aquella filla incomprensible. Els ulls de la senyora Foix, cansats per l'insomni, vagaven d'ací d'allà, fins que es fixaren un moment, enguerxats i enlluernats, en la blancor lluminosa del velàrium de la claraboia. De sa boca s'escapaven badalls de lassitud, i son esperit no sabia trobar, en les rastelleres de quadros que cobrien les parets, sinó la fugitiva curiositat i el cansament aclaparador que causa tot museu a l'ignorant. En canvi, sa filla s'estacionava temps i temps davant la tela més insignificant, cercant debades un criteri segur per a fallar i escollir, sempre dubtant i temerosa de fer un disbarat. I allí es fonia consumida pel dubte, mudant de pensar a cada moment. Ella hauria vol un parell quadros delicats, sentits, expressius, simpàtics de to, elegants de línia, tal com havia dit mil vegades, l'oncle Francesc, que agradaven les pintures; però el cor li deia que ella no sabia apreciar aquelles qualitats, i la noia suava d’angúnia. 


     - Veus? Aquí en tens un de delicat -feia  la mare per enllestir-. És ben claret, tot de mitjos colors.  

     - No, que és enfarinat.  

     - Aviat es tacaria :  oi? 

      La mare s’allunyava un xic, llambregava d’ací d’allà, i la cridava amb un signe: 

     - Veus, aquest? Aquest, llevat el llençol blanc, no em sembla, de molt, tan delicat... ¿No dius que t’agradaria expressiu? Doncs mira, aquest ho és força. Repara, la morta: talment ho sembla... ¿I aquella que resa? Ai, que bé que està!.. Hasta aquella mosca que s'ha posat al llençol hi fa nosa. 

     - És massa trist, per a la sala; és massa trist.  

     - I aquest col·legi? ¿que no t'agrada, aquest col·legi?... Mira que és molt divertit, que està molt rebé! El mestre, amb el casquet amb la borla, les ulleres al cap del nas, el regle en l'aire; els nens llegint... Mira, mira aquell que pessiga el del costat, quins ulls de traïdorot !... I aquell que li surt la ceba !... Ai, que bufons! 

    Però la Delfineta ja havia tornat enrera, mirant, remirant, cercant la clau de son judici en les firmes, suant de debò. «Potser els que agradaven a ella, dos Miralles (un parell de reconets del Bosc de Bolonya), dos Masriera (l’Hivern i l'Estiu), no agradarien a l'oncle Francesc. Si almenys l'amo, o algun dependent de la casa, sortís a ajudar-la! Ells, que hi entenien, que li dessin un parer.» Esguardà per allí captant aquell auxili, i, l'únic dependent que hi havia, anava amb un metre a la mà i seguit d’un senyor, amidant quadros i més quadros.  

    - Calla! si és el senyor Llassada, l’amic del papà!... Mamà, vingui.  

    I s’hi atansaren.  

    - Aquí té un bon Urgell- féu el dependent indicant un cementiri rural, trist i grandiós com una poesia de Heine, a la llum d'aquella tardor que allà, al fons de la infinita plana, arroentava el cel desert i melangiós. 

     - No arribarà a la mida. Vegi –féu en Llassada-. Perquè (¿veu, senyora Foix?) he d’omplir un pany de paret, i (què hi farem!) bé hem de dar menjar als artistes

     - ¿I no el trobarà massa trist, aquest?- Preguntà la senyora

     - Pse! Això fóra lo de menos. Li manquen vint centímetres d'alçada-  respongué el dependent.  

     - Ah! no, no: no em vull sortir de les mides que m'ha dat l'ebenista... Ja veurà. Vegi, vegi: despengi aquell de la dreta, el del recó -assenyalant una marina que representava un temporal desfet, una nau perdent-se dins de grans onades de tinta i fel de bou, una lluna tèrbola i esqueixalada mig surant en l'escletxa d'un cel fosc, dur i jaspiat, i un vol de corbs esperant l'hora del carnatge.  

     No li mancava sinó un centímetre per banda. «Això encara es podia perdonar.»  

    - Aquest, aquest.... ¿I com es diu aquest?... Quaranta duros?... I aquell cementiri?... Tres cents seixanta ?... Veu, senyora Foix, veu? encara n'hi guanyo tres cents vint.  

     - De qui és, aquest? -preguntà la noia. El dependent cercà la firma, mig negada ja dins d'aquelles espessedats de betum, i respongué:  

     - D'un tal Saladrigas.  

     -Tant se val, tant se val -replicà el comprador llegint a les cares de tots la ignorància d'aquell nom-. Ah! però deixi-me'l mirar bé, que no tingui cap tara. Veu? Aquí té una esgarrinxada. (Ai, no, que és un llamp!)... Si tot això de quadros són ximpleses: no és veritat, senyora? Sinó que, verá, la moda governa: les parets amb una cosa o altra s'han d’animar un xic. Tanta planta farà aquest com un Velàzquez... Doncs entesos: eh? Enviïn-me’l aviat... Que vostès ho passin bé, senyores.  

      I se n’anà tan trempat, fet un senyor, el cap arrogant, la levita cenyida, fent picar el bastó i els talons, amb tots els aires d’un personatge, a estojar-se dins del cupè folrat de setí que l’esperava a la placeta propera, les abrivades eugues ja frisant per passejar aquella joia.  

    - Ah! Delfineta, filla: aquell senyor té raó. I les mides, les mides?  

    Però la noia ja havia emprés el dependent.  

    - Si és servit: ¿no hi ha cap Vayreda?  

     - Un, tot just un. ¿Veu aquell d'allà ?... Aquell camp de fajol, amb aquells fruiters florits... És fresc, és alegre, és preciós.  

    Tal li semblava, a la noia; però... «aquells blancs de les floretes...»  

     - Escolti: ¿vol dir que no és enfarinat?  

     - Ah! no senyora, no. En Vayreda és una gran firma. ¿No ha vist, els diaris, com n'han parlat, d'aquest quadro? Ui! no en té pocs, de pretendents!  

- Ja deu conèixer en Tió (1), vostè: eh? 

    - El dibuixant?... Prou! Molt compinxes, senyoreta.  

    - Què en diu, ell, d'aquest quadro? 

    - I què vol que en digui? Que n'està emprendat.  

    - Mamà, mamà, vingui! Miri, aquest, que és preciós! eh... delicat, expressiu, sentit, simpàtic de to, elegant de línia... Ai! és preciós, preciós! 

    - Si, ja és boniquet, ja; però això no haver-hi figures... Escolti, vostè: ¿que no hi faria alguna figureta, el mateix pintor?  

    - I ca, mamà! no digui això –exclamà la noia enrojolant-se- Digui, digui: quant val? 

    - Tres cents duros, diu, noia? Uf! Són molts diners! Mira que encara n’hem de comprar un altre! –féu la mare, sortosament en veu baixa. 

    - I no s’espanti, dona! Allà on no arribi vostè arribaré jo: el papà em darà tot el que jo li demani.  

    I com la Catarina (2) insistís que “era consciència gastar tant, que allò era molt car massa car”, la noia s’apartà d’allí per encarar-la amb un Ribera que representava una sortida de Missa a París. 

    - Senyoreta, vostè té molt gust ; però aquest (ho sento) ja és venut. Mil durets n'han dat ara encara no fa una hora.  

    - Caratso!... -exclamà la senyora Foix, arborada de sorpresa.- Ja és massa pagar!... Mil duros!... Poc en deuen vendre gaires.  

    - Ja veurà: els que ens compren. Però avui... vaja, avui es ven bastant. No havien pas mai venut com ara, els pintors.  

    La Delfina tornà a mirar aquells Masriera que li tenien el cor robat. «Aquelles cares tan fines, tan fines, aquells llavis de carmí!... aquella llúdria de l'abric de l'Hivern!... aquell manguito de xinxilla que li tapava la barbeta, tot vaporós, que es podia bufar!... I l'altre, l'Estiu?... Aquells cabells rossos, de seda!... aquell bust! tot, cara, coll, pit, de pur esmalt, delicats, tendres com una fulla de rosa!... I el vel? ¿aquell punt d’il·lusió, blau de cel, on reposaven les papallones i les flors ?... Però... vaja... inútil: aquests sí que eren massa petits!»  

     - Escolti, escolti: ensenyi'm alguna altra cosa que pugui fer pendant amb el  Vayreda, i que agradi, també, que agradi... Sap què vull dir?  

     - Miri, allí té un Baixeras: aquell efecte de sol de matinada damunt del mar, amb aquells mariners que destaquen per obscur. ...Això també ha agradat molt a en Tió... Deu ser el mestre de vostè, en Tió: oi, senyoreta?  

     - Sí, si, el meu mestre –féu la noia  tombant la cara tota enrogida per la impertinència i tractant inútilment d'entendre el mèrit d'aquell quadro-. Escolti: digui'ns l’últim d'aquest  

     - Oh! aquest és baratet: dos cents cinquanta duros.  

     - D'això, en diu...?  

     - Calli, mamà! per Déu! -li digué a l'orella. -Vostè no recorda que té un germà artista. I doncs, ¿que es pensa que els quadros bons es pinten com qui pinta vanos? Vaja, no digui res i comprem-los: deixi'm fer. Quan es té la nostra posició no s'han de mirar certes coses. Després que, mamà, això sempre són diners. Amb bones firmes, temps a venir, encara se n'hi poden guanyar; i no pocs! ¿No ho ha sentit a dir a l’oncle? Vegi un Murillo, un Rafael, un Velàzquez, avui!  

      Per fi, tant sí com no, aquella mare, desitjosa de veure contenta la noia, es deixà arrencar el queixal i la Delfineta s'encabí contentíssima al cupè després d'haver disposat que portessin els quadros, aquell matí sens falta, al taller de don Francesc Tió.  

(1)  (El tío de Delfina en la novela, Francesc Tió.)  

(2) (La Sra. Foix)   

(EN CASTELLANO)  

Veinte minutos después, Panchito bajó de un salto para abrir la puerta, gorra en mano, como una mona amaestrada. Madre e hija atravesaron el almacén de espejos de la Sala Parés hasta llegar a la galería  de exhibición de pinturas. La chica empezó a mirar, a examinarlas una por una, mientras la madre la seguía medio inclinada, indiferente a todo esto, cavilando sobre los extraños cambios de humor de aquella hija incomprensible. Los ojos de la señora Foix, cansados por el insomnio, vagaban de aquí a allá, hasta que se fijaron un momento, deslumbrados, en la blancura luminosa del toldo de la claraboya. De su boca se escapaban bostezos de aburrimiento y su espíritu no sabía encontrar, en las hileras de cuadros que cubrían, nada más que la fugitiva curiosidad y el agotamiento arrollador que causa todo museo a un ignorante. En cambio, su hija pasaba rato y rato delante de la tela más insignificante, buscando en vano un criterio seguro para decidirse y elegir, siempre dudando y temerosa de hacer un disparate. Y allí se fundía confundida por la duda, cambiando de idea a cada momento. Ella habría querido un par de cuadros delicados, sentidos y expresivos, simpáticos de tono, elegantes de línea, tal como le había dicho miles de veces el tío Francesc, que le gustaban las pinturas. Pero su corazón le decía que ella no sabía apreciar aquellas cualidades y la chica sudaba de angustia.   

- ¡Mira! Aquí tienes uno delicado -decía la madre para acabar-. Es muy claro, todo son colores suaves.  

- No, que es  muy blanquecino. (1)   

- Se mancharía enseguida ¿Verdad?  

La madre se alejaba un poco, miraba por aquí y por allá y le llamaba con una señal:   

-  ¿Que te parece este? Este, salvo la sabana blanca, no me parece, ni de lejos, tan delicado...  ¿No dices que te gustaría algo expresivo? Pues mira, este lo es bastante. Fíjate en la muerta: verdaderamente lo parece... ¿Y aquella que le esta rezando? Ay, qué bien hecho está!... Hasta (2) aquella mosca que se ha colocado encima de la sabana sobra.  

- Es muy triste  para la sala; es muy triste. 

- ¿Y este colegio? ¿Qué no te gusta este colegio?...Mira que es muy gracioso, que está muy bien hecho el maestro, con el casquete y la borla, las gafas encima de la nariz, la regla en el aire, los niños leyendo… Mira , mira este que hace cosquillas al de al lado, ¡Que ojos mas traicioneros!… Y aquel que enseña una cebolla!... ¡Ay, que monos!    

Pero la Delfineta  ya había retrocedido, mirando y volviendo a mirar, buscando la llave de su juicio en las firmas, sudando de verás. «Tal vez los que le gustaban a ella, dos Miralles (un par de rincones del Bosque de Bolonia), dos Masriera (el Invierno y el Verano), no le gustarían al tío  Francesc (3) ¡Si por lo menos el dueño o algún dependiente de la casa, saliera a ayudarla! Ellos, que entendían, que le dieran su parecer.» Contempla a su alrededor buscando dicho auxilio y el único dependiente  que había, iba con un metro en la mano, seguido de un señor, midiendo cuadros y más cuadros.  

- ¡Anda! ¡Si es el señor Llassada, el amigo de Papá! … venga, Mamá.  

Y se acercaron. 

- Aquí tiene un buen Urgell -dijo el dependiente indicando un  cementerio rural, triste y grandioso como un poesía de Heine, a la luz del otoño que al fondo de la infinita llanura, parecía iluminar un cielo desértico y melancólico.    

- No llega a la medida. Vea -dijo Llassada-. Porque (¿Ve, señora Foix?) tengo que llenar un trozo de pared y (¡Qué haremos!) ¡Hemos de dar de comer a los artistas! 

        -  ¿Y no le parecerá muy triste, este?- Preguntó la señora.   

        - Pse! Eso sería lo de menos. (2)  

        - Le faltan veinte centímetros de altura -respondió  el dependiente.   

        - Ah! no, no: no me quiero salir de las medidas que me ha dado el ebanista... Ya vera. Vea, vea, descuelgue aquel de la derecha, el de la esquina -señalando una marina que representaba un temporal, una nave perdiéndose dentro de grandes olas de tinta y cielo de buey, una luna turbia y hecha una tira medio saliendo de una grieta en el  cielo oscuro, duro y jaspeado, y una bandada de cuervos esperando la carnaza.  

        Solo le faltaba un centímetro a cada lado. «Esto todavía se podría perdonar.»  

- Este, este... ¿Y como se llama este?... Cuarenta duros? ... ¿Y aquel cementerio?... ¿Trescientos sesenta?... ¿Lo ve, señora Foix, lo ve? Todavía gano tres cientos veinte.  

- ¿De quien es este?-preguntó la chica. El dependiente buscó la firma, medio borrada bajo aquellas capas de betún,  y respondió:  

- De un tal Saladrigas.   

- No importa, no importa -replicó el comprador leyendo en las caras de todos la ignorancia de aquel nombre-. ¡Ah! Pero déjemelo mirar bien, que no tanga ninguna tara ¿La ve? Aquí tiene una  rasgadura. (¡Ay no, que es un rayo1)... Si todo esto de los cuadros, son tonterías ¿Verdad, señora? Sino que, verá (2), la moda manda: las paredes con una cosa u otra se han de animar un poco… Tanto llenará este como un Velázquez... Así, pues, entendido ¿Eh? Envíemelo enseguida... Que ustedes lo pasen bien, señoras.   

      Y partió tan erguido, todo un señor, la cabeza altiva, la levita ceñida,  haciendo resonar el bastón y los talones, con todos los aires de un personaje, a “apretujarse” dentro del cupé forrado de satín que le esperaba en la plazoleta de al lado, las yeguas ya impacientes con ganas de pasear aquella joya.  

- ¡Ay, Delfineta, hija! Este señor tiene razón ¿Y las medidas? ¿Y las medidas?  

Pero la chica ya se había dirigido al dependiente. 

- Si ya ha acabado ¿No hay ningún Vayreda?  

- Uno, solo uno ¿Ve este de allá?... Aquel campo lleno de trigo sarraceno, con aquellos frutales floridos… Es fresco, alegre, precioso.   

  Esto le parecía a la chica; pero... «el blanco de las florecillas...»   

- Escuche, ¿Seguro que no es muy blanquecino? (1)  

- ¡Ah! No, señora, no. Vayreda es una gran firma ¿No ha visto en los diarios como se ha hablado de este cuadro? ¡Uy, no tiene pocos pretendientes! 

- Usted debe conocer a Tió (4) ¿Verdad?  

- ¿El dibujante?... Bastante. Somos muy compinxes (respetamos la palabra original, en vez de “compinches”), señorita.  

- ¿Y qué  dice él, de este cuadro?  

- ¿Y que quiere que diga? Que está prendado. 

- ¡Mamá, mamá, venga! Mire este, ¡Que precioso es! Eh... delicado, expresivo, sentido, de tono simpático, de línea elegante… ¡Ay! ¡Es  precioso, precioso!  

- Si, si , ya es bonito, ya. Pero esto de no haber figuras… Oiga usted ¿No nos podría hacer alguna figurita el mismo pintor?   

         - ¡Pero qué, mamá! No diga esto -exclama la chica sonrojándose- Diga, diga: ¿Cuánto vale?    

- ¿Trescientos duros dice, chica? ¡Uf, es mucho dinero! Mira que todavía tenemos que comprar otro -dijo la madre en voz baja.    

- ¡Y no se espante, mujer! Adonde usted no llegue, ya llegaré yo: el papá me dará todo lo que le pida.   

Y como la Catalina (5) insistiera que “era un cargo de consciencia gastar tanto, que era muy caro, demasiado caro”, la chica se apartó  de allí  para plantarla delante de un Ribera que representaba una salida de Misa en París.  

- Señorita, usted tiene muy buen gusto. Pero este (lo siento) ya está vendido. Mil duritos  han dado ni siquiera hace una hora. 

- ¡Caray! (“Caratso!” en el original) ... - exclamó la señora Foix, cogida de sorpresa.- Ya es pagar demasiado!... Mil duros!... Pocos deben de vender.  

-Ya verá los que nos compran. Pero hoy en día … vaya, hoy en día se vende bastante. Nunca habíamos vendido como ahora, a los pintores.   

La Delfina vuelve a mirar aquellos Masriera que le habían robado el corazón. «Aquellas caras tan finas, tan finas, aquellos labios de carmín!... aquella nutria del abrigo del Invierno!... aquel manguito de chinchilla que le tapaba la barbilla, tan vaporoso que se podía soplar!... Y el otro, el Verano... Aquellos cabellos rojos, de seda... ¡Aquel busto! Todo, cara, cuello, pecho, de esmalte puro, delicados, tiernos como el pétalo de una rosa!... ¿Y el velo? ¿Aquel punto de ilusión, azul cielo, donde reposaban las mariposas y las flores?... Pero... vaya... inútil: ¡Estos si que eran demasiado pequeños!» 

- Oiga, oiga, enséñeme otra cosa que pueda hacer pareja con  el Vayreda y que guste, también, que guste... Ya me entiende.  

- Mire, aquí tiene un Baixeras: con el efecto del sol de madrugada encima del mar, con todos aquellos marineros que destacan sobre la oscuridad… Este también le ha gustado mucho a Tió… Tió debe ser su maestro ¿Verdad señorita?  

- Si, si, es mi maestro -dijo la chica girando la cara, sonrojada por la impertinencia e intentando inútilmente entender el mérito de aquel cuadro-. Oiga, díganos el último de este.   

- ¡Oh! Este es barato: doscientos cincuenta duros. 

- ¿A esto lo llama…?     

- ¡Calle, mamá! Por Dios -le dijo a la oreja-. Usted no se acuerda que tiene un hermano artista. Entonces ¿Piensa que  los cuadros buenos se pintan como el que pinta abanicos? Vamos, no diga nada más y comprémoslos; déjeme hacer. Cuando se tiene nuestra posición, no se han de mirar ciertas cosas. Después de todo, mamá, esto siempre es dinero. Con buenas firmas y el paso del tiempo, aún se puede ganar dinero ¡Y no pocos! ¿No lo ha oído decir al tío? ¡Vea un Murillo, un Rafael, un Velázquez a día de hoy!  

Por fin, tanto que sí como que no, aquella madre deseosa de ver contenta a la chica, se dejo arrancar una muela y la Delfineta se metió en el cupé contentísima, después de haber ordenado que llevasen los cuadros aquella misma mañana, sin falta, al taller de don Francesc Tió.  


(“enharinado”, en el original) 

(en castellano en el original) 

(Francisco,  en castellano) 

(El tío de Delfina en la novela, Francesc Tió.)   

 (La Sra. Foix)    

THE GOLD FEVER  

At the end of this comment you will find enclosed a scene from the novel THE GOLD FEVER ( “La febre d'or”, 1890-1892, in its original title in Catalan). This scene takes place in the “Sala Parés” of Barcelona (a famous art gallery still open) at the end of the XIX Century. Let me advise you to read that scene, whether in its original language or translated (the original novel is written in Catalan and remains untranslated to the best of my knowledge), because, no matter that it was written more than a hundred years ago, it describes some behaviours that are common to the Barcelona of anytime.    

If we call the XIX Century “the century of the novel”, ranging from Dickens to  Dostoyewski, including such writers as Balzac, Hugo, Tolstoi, Stendhal, Dumas, Twain… In Spain this literary genre also became popular with authors like Pereda, Clarín, Valera, Galdós, Pardo Bazán, among others, and Mr. Narcís Oller, a writer in the Catalan language of the novel before us.  

I for one think that THE GOLD FEVER (“La febre d'or”, 1890-1892) is part of a triptych, together with “Fortunata y Jacinta” (1887), by Pérez Galdós, and “La Regenta” (1884-1885), by Alas “Clarín”, that attempt to describe what life was like in a particular city of Spain at the end of the XIX Century. To that end, the plot, in those novels, serves as a mere pretext or a guiding thread to tell a story ( adultery, in the case of “La Regenta”; the relentless passion of a low class woman, Fortunata,  towards Juan Santa Cruz, an upper class married man,  in “Fortunata y Jacinta”; and the ambition of Gil Foix in  “La febre d'or”). In the case of “Fortunata y Jacinta”, the novel takes place in Madrid, “La Regenta” in  Oviedo (“Vetusta”, as it is called in that novel) and “La febre d'or” in  Barcelona, specifically in the period called “the gold fever” that happened in Barcelona between 1880 and 1881 (1*), though in the novel the action evolves along the whole 1880s.   

I don´t think that THE GOLD FEVER (“La febre d'or”) is an accomplished novel. This is why I suggest the following tips if you want to read it:    

a) This is not a novel about the stock market and its operations,  though its main character, Gil Foix, has made his fortune there. The reader will not find a novel describing how the stock market worked at the end of the XIX Century in Barcelona or Spain. This becomes more evident at the end of the novel, when the “Fall“ takes place. Again, don´t expect, as a reader, to learn what economic reasons led its protagonist to its downfall. The author is not interested in explaining why Gil Foix goes bankrupt, but pictures him at the end of the novel as somebody who has lost everything. One can only think that Mr. Oller, the author, didn´t understand the inner workings of the stock market and that the latter only works, in the novel, as a pretext to turn its main character, Gil Foix, into a rich man and, afterwards, to describe how all that money will change his life and that of his family.  

b) In the novel, the main character has a project of promoting a railway line to Vilaniu (an imaginary name for the small city of Valls, where the author was born). But, again, this is not an historical novel on the difficulties or the economics of the industrialization at that time. Nor a novel describing the development of the railways and their problems, like, for instance, the laying out the railway track, the expropriations of the land where the track must pass, its financing, the working condition of the workers and so on. The development of that railway line only serves in the novel as a pretext or an excuse for Gil Foix’s ambition.  

c)  The novel is constructed on several independent scenes, “leaping” from one  scene into another, where “new” developments take place. In this sense, THE GOLD FEVER (“La febre d'or”, 1890-1892) is not a novel with a linear narrative, where what happens at the end of one chapter is followed in the next one. Anyway, there are some memorable scenes, like the one at the hat shop and at the racecourse (2*), besides  the one at Sala Pares (which is enclosed at the end of this comment). But there are still others: the funeral of the mother-in-law of the protagonist, the lunch-trap where Gil Foix is invited by his relatives. Instead, I find the wedding of Foix´s nephew to be grossly exaggerated.   

d) I particularly miss a more specific purpose than Foix’s ambition as the guiding thread or the basic plot of the novel, like, for instance:  

1st) That Gil Foix was looking forward to leaving his wife, Catalina, for a lover. It is quite clear in the novel, from the very beginning, that his wife, Catalina, can´t keep up with her husband’s new situation, when he becomes rich. In this sense one thinks the character of Blanxerta, the French lady teacher that Foix hires for his daughter, Delfina or Delfineta, is rather neglected or “misused”. 

2nd) Or, alternatively, that Gil Foix intended to marry his daughter, Delfina, into the upper class either with an aristocrat or a “prestigious rich man” (a banker, an industrialist…). Instead, our protagonist, even though he is just a “parvenu”, never harbours great wedding plans for his daughter. This is something one finds surprising because, at the time this novel was written, the  purpose of “marrying well your daughter” was a common or usual practice. At least this is the impression one has got from the literature and movies portraying that time.  

3rd) Or, last but not least, that our protagonist was longing for a nobility title (what became known as the “Alfonsine nobility” because the then King of Spain, Alfonso XII, granted nobility titles to rich bourgeois, mostly from Catalonia, who were willing to donate huge sums of money to the Crown [3*]) or, even, that our Gil Foix wanted to run a political career...  

Well, I repeat, that none of the aforementioned reasons are found in the novel, whose only guiding thread is Foix’s ambition 

  e) Another subject that deserves attention are the love issues of “La Delfineta”, the protagonist’s daughter. In the novel the “nena” (the “girl”, as we would say in Catalan) finds herself with her heart split between her cousin Eladi (an engagement of which both sides of their family approve) and her Uncle Francisco, brother of Catalina, her mother, a bohemian painter who travels to Paris to improve his craft.  What an inbreeding! One cannot help thinking... We won´t reveal whom the “nena”(the “girl”) finally marries but one here misses in the novel a scene explaining what face the mother did pull when the groom asked for her daughter’s hand… Did the author lack the resolve to write such scene? Because, one cannot help thinking, this is the kind of scene where an English  writer would have excelled at irony...  

f) A special paragraph deserves the fact that this novel is written in Catalan. It beggars belief that THE GOLD FEVER (“La febre d'or”) has not been translated into the Castilian language (Spanish language) nor even promoted its reading at school, as it has been the case with “Fortunata y Jacinta”  and “La Regenta”. Indeed, THE GOLD FEVER (“La febre d'or”) has remained a perfect unknown in the whole of Spain more than one hundred years after being published. I for one think this is a shame. Because, in the same way that every 20 years a new translation of Dante’s “Divine Comedy” or of Shakespeare appears as the “definitive” translation of such masterworks in Spanish (or Castilian) language, one thinks that the same could be done with works of literature written in Spain either in Galician, Catalan or Basque language… Who knows, perhaps the culture and the publishing industry in Spain has lost a business opportunity by refusing to translate non-Castilian authors. One thinks that, in the same way that, for instance, Galdós and “La Regenta” are still being published for the new generations, the same could have been done with the works of Narcis Oller  (a Catalan writer) or  Rosalía de Castro (a Galician writer), translated into Castilian. All in all, let me insist, it beggars belief that in Spain all this literature not written in Castilian language,  has always been left aside or forgotten, but for the people that can speak “the other Spanish languages” (sic), as the article 3.2 of the Spanish Constitution defines them.    

Finally, as for the importance of translations, one thinks, for instance,  that the boom worldwide of the so called “Nordic crime novel” (whether it will last or not, we can´t tell) is not because they have been reprinted again and again in the original language they were written (whether in Danish, Swedish, Norwegian or any other Nordic  language), but because they were translated, among other languages, into English and Castilian language. Those translations have meant, in the case of the “Millenium” or the “Harry Hole” series, that they have sold millions of copies while, had they only been printed in their original Nordic language, only a few hundred thousands would have been sold instead. Another fact to be considered, again regarding the “Nordic crime novel”, is that a lot more copies have been printed “translated” than in their original language. One here believes that the important thing, if you are an author, is that they read you, whether translated or in your original language. So, to conclude,  we think it is a shame, in the case of Narcis Oller, and other non-Castilian Spanish writers, that the powers that be in Spain have not promoted, in order to preserve the country’s cultural heritage, the translation of those works into Castilian language. Besides, had those literary works by non-Castilian writers enjoyed a wide distribution in Castilian language, perhaps their translation into other foreign languages  for an international distribution could have been promoted.       

g) Finally, as our last tip to the reader, we are going to comment the scene at Sala Parés (an art gallery still open nowadays) in Barcelona, which you can red further down (4*), from chapter XV, First Volume, ( “The Rise”, or “La Pujada”, in its original version in Catalan language). This scene begins with the following text (my translation) “Twenty minutes afterwards, Panxito jumped down to open the carriage door, beret in hand as a trained monkey.” (sic) 

Panxito is a colored servant, though we don´t know whether he comes from the Caribbean or from Africa. Seen nowadays, that scene clearly reflects some racism because he’s compared to a monkey and he is called by a derogatory nickname. All I can say is that we must keep in mind the time when this novel was written and, as such novel, it describes its time. In this sense, I don´t think we can expect the author not to offend future readers after more than a hundred years since its publishing date. As for the servant, he is one of the few characters who lasts until the end of the novel,  which is not a small feat.  

Afterwards, mother and daughter, Catalina and “La Delfineta”, respectively the wife and the daughter of Gil Foix, the protagonist, walk into “Sala Parés” (an art gallery). The daughter bears in mind the idea of buying a picture. Her mother is determined to avoid her daughter from  spending too much… There they meet a friend of the father, who is also looking for a picture to buy but we won´t reveal why he wants to buy it. The comments by the Mother on the pictures hanging at the exhibition are priceless. Finally, the Mother will consent “to have a tooth pulled out” by  consenting to her daughter’s purchase. 

If this comment entices you to read THE GOLD FEVER (“La febre d'or”), I hope it won’t disappoint you. Still our question remains: ¿When will it be translated into other languages?   

1*)  El autor se inspira fielmente en la Barcelona de la época, del siglo XIX y permite ver el paso de una Barcelona rural en una Barcelona industrial, cambio que fue acompañado por la Fiebre de la Bolsa de los años 1880 y 1881. (Arnau , Carmen. «Análisis del editor». A: La Fiebre de oro . 3ª ed ... Barcelona: Ed. 62, 1986. ISBN 842971670). Link:  https://ca.wikipedia.org/wiki/La_febre_d%27or 

(2*) El hipódromo (1883-1934) fue un recinto hípico situado en el barrio de Can Tunis de Barcelona: “…Ubicar hoy el hipódromo de Can Tunis no es fácil. Estaríamos hablando del final de la actual paseo de la Zona Franca en los terrenos portuarios del otro lado de la montaña de Montjuïc. Fue inaugurado en septiembre de 1883 y, según comenta el cronista Sempronio, se construyó sobre un lago desecado por iniciativa de la Sociedad para el Fomento de la Cría Caballar que se había unido a una compañía francesa. La instalación disponía de una magnífica tribuna cubierta con un aforo para 2.500 espectadores. Se podía llegar por la carretera de la Virgen de Puerto, siguiendo un trayecto paralelo a lo que hoy es el paseo de la Zona Franca, o mediante el tranvía de Can Tunis que salía de la Rambla de Santa Mónica.”  

http://barcelofilia.blogspot.com/2012/02/hipodrom-de-can-tunis-1883-1934.html  (existe un plano de situación en este link)  

Quien esto escribe recuerda haber visto un cuadro de Casas en la otrora Fundación Godia (ahora Fundación Mapfre).  Se adjunta el link:  

https://www.google.com/search?q=ramon+casas+cuadro+hipodromo&hl=es&authuser=0&tbm=isch&source=iu&ictx=1&fir=7M-Pu3OqJ4M2XM%253A%252CrxTNW4    

(3*) Con la restauración de los Borbones, la nobleza vivió unos años dorados, recuperando la influencia que tuvo en la etapa isabelina. Buena muestra de ella es su crecimiento: se crearon 214 marquesados, 167 condados y 28 baronías. Alfonso XII y otorga títulos de nobleza a aquello que apoyaron la Restauración. El título, que solo podía otorgarlo el Rey, se pagaba con una cantidad que estaba en relación con la calidad del mismo, pudiéndose aspirar a varios títulos. También se otorgaron títulos a grandes propietarios, dueños de haciendas en Cuba que aportaron dinero en abundancia a la causa alfonsina. Puede servirnos de ejemplo los marqueses de Santa Rita y de Alava. (https://libros-revistas-derecho.vlex.es/vid/nobleza-contemporanea-194011037)  

(4*) Sacada del capítulo XV, del tomo I, “La Pujada”,  primera parte de La febre d'or  de Narcis Oller 



(ROUGHLY TRANSLATED)   

Twenty minutes afterwards, Panxito jumped down to open the carriage door, beret in hand as a trained monkey. Mother and daughter walked through the hall of mirrors of “Sala Parés” till they arrived at the exhibition gallery of paintings. The girl began looking at them, one at a time, while the mother followed her daughter, with her back half stooped,  paying no attention, brooding over her daughter’s strange mood changes. Mrs. Foix’s eyes, tired from insomnia, wandered here and there, till, dazzled, they focused on the whiteness of the skylight. She gave yawns out of boredom  and her mind could only find, among the paintings on display, nothing but the boredom that overcomes an ignoramus when visiting a museum. Instead, her daughter would spend ages in front of the most insignificant canvas, trying in vain to make up her mind on how to  buy a picture, always hesitating and afraid of making a fool of herself. And there she stood, full of doubts, changing her mind every moment. She would have liked a couple of pictures both delicate and nice, with graceful lines. Those were the pictures that her Uncle Francesc (1) had told her, over and over, that he liked. Still, her heart kept on telling her she couldn’t appreciate those qualities in a picture and that thought distressed her greatly.  

- Look here! There you have a delicate picture -her Mother would say in order to put an end to this visit-. It’s very clear,  all the colours are soft.    

- No, it’s very whitish. (2) 

- It would soon get stained, wouldn’t it? 

The mother would walk away, look here and there and then would call her making a sign:   

- What do you think of this? This one, but for the white sheet, it doesn’t seem to me all that delicate… Didn´t you say that you would like something a bit telling? Well, have a look at that one. See the dead woman: indeed, she looks she’s… And that one over there who is praying for her soul?  Oh,  but it is so well done! … Even (3) that fly that has rested on the sheet is out of place.  

- It’s too sad for our living hall, it’s too sad.  

- And what about this school?  Don’t you like that school? ...Look, it’s very funny, the teacher is very well done, with bonnet and tassel, his eyeglasses over his nose, his ruler in the air, the kids reading… Look, look that one who is tickling his companion next to him. What treacherous eyes!... and that one over there, who is with an onion! Oh, but aren’t they  cute!     

But the daughter, “La Delfineta”, had already walked back, looking again and again, as if trying to find some key judgement in the signatures of the pictures, already in a sweat. «Perhaps the ones she liked, a couple  of pictures  by Miralles  (a couple of spots from the Bois de Boulogne),  two by Masriera (the Winter and the Summer) (4), her Uncle Francesc wouldn´t like them. If at least the owner or an assistant were here to help her!  They, for sure, should know and could help her.» She looked around, as if asking for help, and the only assistant she saw, was walking with a  tape measure in his hand, being followed by a gentleman, measuring more and more pictures.   

- Look! Isn´t that one Mr. Llassada? A friend of Dad? … Come with me, Mother. 

And they went up to him.  

- This is a good Urgell (4) -the assistant said, pointing at a rural churchyard, both sad and great like a poem by Heine, with an autumn light at the end of a great plain that seemed to enlighten a gloomy and lonely sky. 

 - It’s not the right size. Look -Llassada said- Because ( You see, Mrs. Foix?) I have to cover a gap in the wall and (What shall we do?) we have to  give some work to the artists.  

- Don´t you think that one will look too sad? – Mrs. Foix asked. 

- That wouldn’t bother me the least. 

-  It is 20 centimetres short -the shop assistant said.  

- Goodness, no! I mean to observe the measures the cabinet maker has given me… See, see that picture on the right, at the corner -pointing to a naval painting of a storm, a ship being engulfed by the waves under a dark sky, showing a bit of a moon and a flight of crows waiting for their feast.  

It was just one centimetre short at each side. «Yet this can be arranged.»  

-That one, that one… What is it called this one?... Forty “duros”  (5)? ... And that churchyard?... Three hundred and sixty?... You see, Mrs. Foix, you see, I still  earn three hundred and twenty. 

- Whose is this one? -asked the girl. The shop assistant looked for the signature, partly erased under loads of bitumen, and he answered:  

- It is by somebody called Saladrigas.  

- I don’t care, I don’t care -the buyer said, reading in every face that nobody knew that painter- Oh, but let’s have a close look at it, to check  there are no defects. You see? Over there, there is a bit of a tear (Oh, no, this is a ray! )… All in all, this business about pictures is sheer nonsense, isn’t it, Madam? It is just, you see  (in Castilian in its original), the fashion trends: you got to fill your walls one way or the other, to cheer them up a bit.  This one will fill the gap as much as a Velázquez… (6)  So, then, it is understood, isn’t it? Please, send it to me right away… Hope you have a nice day, ladies.  

And he left walking upright in his frock coat tight, his head haughty, making sound his stick and heels, with all the grandeur of somebody important, to squash himself into his coupé (7) satin lined, that was waiting for him in a nearby square, the mares neighing impatiently as willing to ride that jewel of a carriage.     

- My, my, “Delfineta”, my daughter! This gentleman is totally right. What about the measurements? The measurements for our pictures?  

But the girl had gone up to the assistant. 

- If you have already finished with that gentleman. Do you have, by any chance, a Vayreda (4) ?    

- Just one, just only one. Do you see that one over there?... That field full of buckwheat with the fruit trees blossoming… It’s fresh, cheerful, beautiful. 

This is what the girl was thinking. But the «white of the small florets...»       

- Listen, don´t you think is too whitish? (2)  

- Oh! No, Madam, no. Vayreda is an important signature. Haven´t you read in the newspapers what they have said about this picture? My, doesn’t it have a lot of suitors!  

- You must know Tió (8), mustn’t you?  

- The draughtsman?... Quite well. We are pals, Miss. 

- And what would he say of this picture? 

 - And what do you want him to say?  That it has stolen his heart.  

- Mother, mother, please, come here! Look at this one. Isn’t it lovely?... Delicate, telling, with a nice touch and an elegant line… Oh! But it is lovely, lovely!   

- Indeed, yes, it’s beautiful! But this business of not having people in it… Listen, please, couldn´t the same painter add a human figure in this picture?  

- But what do you mean, Mother? Don’t say that -the girl exclaimed,   blushing herself- . Please, how much is it?  

- Did he say three hundred “duros” (5), my girl? But that’s a lot of money! Keep in mind that we still have to buy another one -the mother spoke in a low voice.   

- Don’t worry, woman! Whenever it is too much dear for you, I will help you: Dad is going to give me whatever I ask him. 

Anyway, as Catalina (9) kept on insisting that “it gave her a bad conscience to spend so much, that it was too expensive, too dear”, the girl moved to stand before a Ribera (6) which portrayed the departure of a Mass in Paris.    

- Miss, you have an exquisite taste. But this one (I’m sorry) is already sold. A thousand “duritos” have been paid hardly an hour ago.   

- Wow!... -Mrs. Foix let go, caught by surprise- . That’s a lot to pay! A thousand “duros”!... You won’t sell too many of these.  

- You won’t believe how many we’re selling. But nowadays… well, nowadays a lot are being sold. We have never before sold such painters. 

Delfina turned back to contemplate those Masriera (4) which had indeed stolen her heart. «Such fine faces, so fine,  with those Carmine lips!… that otter coat!... that chinchilla muff that covered her chin, so vaporous you could almost breathe through it!... And the other picture, the Summer… That red hair, like  silk… That female bust! Everything, face, neck, breast had an enamel finish, delicate, tender like the petals of a rose!… And the veil? That blue sky where flowers and butterflies seemed to rest!… But, still, useless: Those two were too small!    

- Listen, please, show me another thing that can go together with  the Vayreda and that will also please… you know what I mean.  

- Look, here you got a Baixeras (4), with the dawning sun above the sea and all the seamen against the dark… This is one that Tió also liked a lot… He must be your painting teacher, Mr. Tió, isn’t he?  

- Yes, yes, he’s my teacher -the girl answered turning her face, blushing in embarrassment at the question, and trying to understand the merits of that picture-. Please, tell us the final price of that one.  

- Oh! That one is cheap: two hundred and fifty “duros”.  

- Do you call this …?   

- Shut up, please, Mum! -she told her at the ear- My God, you don’t seem to remember that you have a brother who is an artist. Do you think that good pictures are painted as if they were fans? Please, don´t say more and let’s buy them. Leave it to me. When someone has our position, we must overlook certain things. After all, Mum, this will always be money. With good signatures and the passing of time, we will still make money. And , by no means, a small amount! Haven’t you heard the Uncle say so? If not, think of the value of a Murillo, a Rafael or a Velázquez (6) nowadays!  

In the end, after too many yeses and noes, that mother wishing to see her daughter happy, consented to have a tooth pulled out,  and “Delfineta”  got into the coupé a very happy  girl, after asking the gallery please to deliver the pictures at don Francesc Tió’s workshop.   

(1) (Francis in English.)  

(2) (“floured” in the original in Catalan)  

( 3) (Written in Spanish or Castilian in the original novel, instead of Catalan)   

(4) (Famous Catalan painters of the XIX Century)   

(5) (Spanish coinage: a “duro” was worth 5 “pesetas”, similar to an English crown, worth five shillings) 

          (6) (famous painters in history. ) 

         (7) (a four-wheeled horse-drawn carriage with two seats inside and one outside for the driver), 

         (8)  (Delfina’s uncle in the novel, Francesc Tió.)   

         (9)  (Mrs. Foix)   

 



En Barcelona, a veinticuatro de Marzo de 2021.  


 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

UN VERANO PARA MATAR - SUMMERTIME KILLER

PSYCHO (1960)

THE MULE (MULA)